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Mostrando las entradas de enero, 2008

En busca de Vallejo, Cortázar y otros escritores

Por Antonio Avaria Un jueves tristón, con aguacero, decidí ahora sí, buscar hasta encontrarla, hasta darme de bruces con la tumba de César Vallejo. En el plan que la administración del Cimetiere Montparnasse entrega graciosamente, la ubicación del poete péruvien desorienta ; está mal señalizado su número 67, casi al borde de una avenida que uno simplemente no encuentra, pese a tratarse de un recinto de dimensiones moderadas. A la entrada, a la derecha, ahí están Sartre y la Beauvoir, y dando la vuelta, el templete donde pudre sus excesos el dictador mexicano Porfirio Díaz, quien tras salir expulsado por la Revolución en 1910, vivió cinco años con gran lujo e impunidad, sin temor a detenciones, en palacetes y saboreando Paris, como el personaje de Alejo Carpentier en la magnífica novela El recurso del método ( notablemente bien representado por Nelson Villagra en la película de Miguel Littin).

Las marcas de Roberto Bolaño

Por Miguel de Loyola En nuestro país, no hay dudas, los muertos suelen gozar de mejor reputación que los vivos. Nuestro sentido común adhiere a la idea de que todos los muerto son santos, y debemos canonizarlos cuanto antes. Es cosa de ver las velas encendidas en los cementerios a los asesinos más despreciables. En nuestro estrecho círculo literario, a los escritores difuntos se los venera muy por encima de los vivos, buscando apaciguar las conciencias culposas arrastradas por causa de no haberlos valorado a tiempo. El caso de Bolaño, por ejemplo, es comparable con el de Juan Emar, ambos son llamados hoy día genios de la literatura nacional. Pero también se habla en un tono semejante de Huidobro, la Mistral, Tellier, Rodrigo Lira, Mauricio Wacquez, Estela Díaz, María Luisa Bombal, Enrique Lihn, etc. La lista de venerables podría resultar interminable.