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Todavía escribimos… todavía

Es sabido que gran parte de la generación de escritores del 80 fue diezmada por la dictadura, y con posterioridad por la Nueva democracia cuando asumió el poder. Son hechos concretos, inmodificables. El pasado pasó.
 Lo que nos queda por hacer, desde luego, no es modificarlo. Está ahí, quieto en su tiempo pretérito, con sus pruebas, sus evidencias, cual barco hundido en el fondo del océano. Sólo nos cabe analizar, observar, mirar desde la perspectiva que nos brinda el tiempo, la distancia, a fin de sacar algunas conclusiones que pueden ser útiles para las nuevas generaciones.
Durante la dictadura, la institucionalidad vigente impuso algunas voces de escritores de la G-80 llamándola Nueva Narrativa Chilena. Una especie de boom, impuesto por la línea editorial del diario El Mercurio, y su reconocida Revista de Letras, cuyo vocero principal fue Ignacio Valente. Los medios de comunicación masivos le dieron vida al movimiento destacando a los escritores de alguna u otra manera relacionados o a fines al establishment imperante. Tuvo una cobertura total, llegando incluso a la academia, donde todavía hoy día se leen y estudian sus textos en términos de revolución importante.
Tras la vuelta a la democracia, la nueva institucionalidad, destacó a otro segmento de escritores de la G-80, a manera de vuelta de mano, a aquellas voces silenciadas en dictadura y relacionadas ideológicamente con el nuevo régimen. No hubo aquí influencia de los medios de comunicación masivos, sino sólo intervención de la institucionalidad en el poder para destacar y premiar a sus pares más cercanos, íntimamente relacionados con la nueva autoridad. Apareció en consecuencia en la palestra, otro segmento de escritores de la generación del 80.
Con posterioridad, se creó un Ministerio para el cuidado de las artes, al mismo tiempo que se ponía fin a la existencia de los medios de comunicación masivos que habían surgido y sobrevivido en plena dictadura. Se acabaron así todas las revistas de opinión contestarias, las cuales daban espacio a los escritores G-80 para hablar de libros, de literatura. Se creó también un sistema de becas tendiente a compensar de alguna manera la pérdida de los espacios en las revistas. Pero con ello se limitó y se acabó la opinión de los escritores de la G-80 en los espacios públicos, confinándolos a los consabidos guetos que, bien sabemos, no tienen injerencia alguna en la cosa pública. Cuestión principal para el mundo político, como bien se entenderá más adelante.
En términos generales, podemos sintetizar así el proceso de sujeción de las voces de los escritores de la G-80 por parte de fuerzas antagónicas, en dos momentos históricos completamente distintos, opuestos, sin hallar grandes diferencias de fondo. Es decir, en ambos, podemos observar claramente la manipulación proveniente del poder imperante, a fin de mantener el control sobre tales asuntos.
Desde luego, cabe preguntarse por qué, por qué existe la manipulación y la censura de los agentes culturales por excelencia en cualquier cultura, como lo son los escritores. Cuál es el propósito de sacar del escenario a quienes interpretan y se acercan a la realidad desde otros ángulos, las más de las veces al margen de la cuestión política, porque el arte y la literatura está por sobre cualquier ideología. Pero es evidente que para el poder y su ejercicio, resulta un área peligrosa, conveniente de mantener a raya, vigilada, controlada, como hasta aquí hemos visto. El control, en la actualidad, es total, tras la institucionalización del llamado fomento del libro y la lectura. Una estrategia para encarcelar definitivamente los libros, como bien se ha visto. Los resultados no demuestran otra cosa que una apatía generalizada respecto al libro y la lectura. No hay al respecto discusión pública, porque como se ha dicho, sus principales agentes, los escritores, fueron hábilmente marginados de la cosa pública.
Cabe entonces concluir que el único debate posible tanto en Dictadura como en Democracia, es ideológico, y que cualquier otro intento de acercamiento y apreciación de la realidad, resulta para quienes aspiran o detentan el poder, muy peligroso para la intereses que están en juego: vale decir la asunción al poder. Una cuestión que, desde luego, a los escritores de la G-80 nos parece gravísima. Porque ya lo dice el refranero popular, no sólo de pan vive el hombre. Pero ocurre que para el poder, provenga de donde provenga, derechas o izquierdas a estas alturas lo mismo da, la presencia de los intelectuales, y particularmente de los artistas, es y será siempre molesta, por su condición de pulga en el oído para alertar a la conciencia pública, para denunciar las injusticias mediante mecanismos todavía más poderosos que la razón ideológica misma: el arte. Algo que indudablemente no es grato para quienes tienen los ojos puestos en un solo objetivo, devorar, o en el mejor de los casos, repartirse entre sus correligionarios el pastel bajo la complacencia de las masas inconscientes.
En consecuencia, los escritores de la G-80 todavía escribimos, y valga la ironía, a pesar de la marginalidad y hasta del desprecio por nuestra condición vocacional, todavía tenemos muchas cosas que decir, denunciar, explicar, confirmar, repetir, insistir… Todavía escribimos, y seguiremos haciéndolo hasta el fin de nuestros días.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Octubre del 2018 – Ponencia para Filsa 2018.

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