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Drácula, de Bram Stoker


Drácula, la novela del escritor inglés Bram Stoker que instaló en el imaginario universal la figura del vampiro, sigue vigente hoy. Publicada en 1897, ha inspirado a cineastas y escritores durante más de un siglo.
La historia del conde Drácula abre puertas hacia mundos imposibles, pero posibles dentro de la ficción, de aquello que imaginamos como posibilidad de ser, sin llegar a ser realidad nunca.

Se trata de una novela que cautiva al lector por su misterio, para la atmósfera enrarecida que generan acontecimientos y personajes, fundamentalmente por Drácula, el conde de quien sabemos se alimenta de la sangre de sus víctimas, quien duerme durante el día en su féretro y despierta a la hora del crepúsculo. Bram Stoker toma su personaje de un rey temible que combatió la invasión turca en el siglo XV con una ferocidad malvada, bebiendo hasta la sangre de sus enemigos, y aún a veces hasta de sus mismos huéspedes. De allí habría surgido parte importante de la leyenda. Pero hay más, existió y existe todavía el castillo de Drácula en Pensilvania, Rumania, y puede visitarse.

La novela está armada como novela policial, por cuanto se trata en principio de averiguar quien es el asesino, agregando un ingrediente extraño, sobrenatural, la marca en el cuello de sus víctimas. Esta particularidad despierta nuevos misterios acerca de la personalidad del asesino, objeto de investigación de la historia, al margen del asunto propiamente policial que termina por resolverse tras el descubrimiento del asesino, como en toda novela de corte policial. Sin embargo, en Drácula, la incógnita persiste en el imaginario de sus perseguidores hasta el final, hasta el descubrimiento completo de la identidad del personaje.

Hay fantasía delirante en la construcción del personaje, pero recubierta con el grado de verosimilitud suficiente para pasar como posible, y aún como cierta. El terror que infunde Drácula en el lector de todos los tiempos, no descansa sólo en su ferocidad ni en sus colmillos grotescos, ni en su apariencia temible, sino en la posibilidad que la fantasía pueda ser cierta, tal es el arco de representaciones mentales que genera en el lector.  El hecho de alimentarse de la sangre de sus víctimas, apela al principio elemental de la vida de los mamíferos, y concretamente de la vida humana. La vida está aquí claramente simbolizada por la sangre, porque sin sangre no hay vida, sino muerte. Beber sangre, es beber el elixir de la vida, pareciera ser el mensaje subliminal de la obra, algo que todo el mundo entiende.

Sin embargo, sabemos que Drácula es un vampiro selectivo, no bebe cualquier sangre, al menos en la novela de Stoker, sino solamente la sangre de las jovencitas, de las doncellas más bellas, que  además ostentan cierta posición social, inteligentes, educadas, acaso lo más granado de la sociedad. Es decir, he ahí otro elemento importante a destacar dentro del marco apologético generado por la novela: la búsqueda de la virginidad de sus víctimas, y no sólo eso, sino también de alma pura, limpias de espíritu, moralmente inmaculadas. Drácula, quien desde el punto de vista cristiano religioso ha sido expulsado como el demonio del paraíso celestial, necesita beber la sangre de jovencitas puras, pero no para santificarse a través de su pureza, sino para convertirlas a ellas en seres demoníacos semejantes a él. Hacia allá conlleva aquel mordisco en el cuello de sus víctimas, a la perdición moral de las mismas. Sin duda la novela está cargada de múltiples símbolos y signos posibles de analizar uno por uno, generando las más diversas hipótesis. 

En la novela de Stoker hay paradoja, confusión, delirio, hay cientos de elementos que orientan y al mismo tiempo desorientan al lector, generando una variedad ilimitada de expectativas respecto al personaje, quien a pesar de morir en la novela con la correspondiente estaca en el corazón (otro símbolo), seguirá vivo en la imaginación del lector, y de otros escritores que han continuado ficcionando nuevas historias a partir de Drácula.



Miguel de Loyola – Santiago de Chile - 2018.

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