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La empanada diciochera


La empanada chilena es un bocadillo excelso de nuestra patria, responde a recetas ancestrales y ningún otro país las produce como las nuestras. Podéis viajar por el mundo entero, y no hallaréis un bocadillo tan apetitoso y contundente.
Por cierto, no es una comida de fácil preparación, requiere de manos expertas, porque su elaboración toma varias horas, y hoy por hoy, son pocos quienes se dan tiempo para su esmerada preparación. Las mejores, desde luego, son las caseras, las fabricadas en casa por la mamá, tías, abuelas, padres o abuelos. Su sabor concentra el misterio de lo familiar que agrada al paladar y activa el nervio de la memoria. El primer bocado, lleva al comensal al recuerdo de hechos y circunstancias, el segundo lo mete de lleno en el hogar de antaño, perdido en los recodos de la memoria gustativa. El olor despierta la niñez oculta en los repliegues del tiempo, y conduce hacia aquella búsqueda del tiempo perdido que tan bien recrea Marcel Prust en su obra.

Repasemos algunas claves elementales de su receta. Lo primero es la elaboración del pino, ojalá preparado con antelación, un día antes.  La cebolla se corta en cuadriculas parejas, lo mismo la carne, que no debe ser más de un cuarto del total de la cebolla, porque la clave de la empanada está en la cebolla y no en la carne.  Primero se sofríe la carne, para sofreír luego la cebolla en su jugo. Los aliños infaltables del pino lo constituyen el ajo, comino, orégano, y la correspondiente sal, a lo que añadimos una copita de vino blanco. Una vez listo el pino, nos vamos a la masa, que simplemente lleva harina sin polvo ni levadura, agua, sal y manteca. Una vez bien amasada en la artesa, procedemos a uslerear hasta convertirla en una delgada tela, la cual cortamos en círculos del tamaño a gusto. 

Listo el pino y la masa, se procede al llenado de los bocadillos, donde agregamos un trozo de huevo duro, una aceituna y una o dos pasas. Viene luego el armado de la empanada en triángulo o semicírculo, procurando dejar bien selladas las orillas para que no se escape el jugo que terminará de soltar la cebolla una vez cocida en el horno. Después se barnizan con la yema de un huevo para dejarlas más hermosas. 

La última etapa es el horneado, tarea no menos difícil que las anteriores, porque requiere mucha experiencia. El horno no puede estar ni muy caliente ni muy frío, una temperatura de doscientos grados anda bien. Se meten al horno separadas unas de otras durante el tiempo exacto en que comienzan a producir el clásico olor a pan cocido, unos treinta minutos. Hay que sacarlas al momento en que comienzan a dorarse y listo, a la mesa. Ideal es el horno de barro de antaño, que les otorga un gusto sin igual.

La empanada es un clásico durante las Fiestas Patrias, pero se come en todos los hogares durante el año completo. Antiguamente, era infaltable durante los almuerzos familiares de los días domingos, cuando se reúne la familia en pleno y se brinda junto a una buena copa de vino tinto.

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Septiembre del 2019


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