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Crítica: A propósito de ciertos comentarios sobre J.L. Borges

A menudo se oye hablar de Borges en círculos literarios, a menudo he leído artículos referidos a él. A diario es citado Borges a propósito de cualquier cosa en revistas "literarias", pero la verdad que en contadas ocasiones he leído algo que vaya un centímetro más allá de la cosa general con que se suele hablar hoy por hoy de todo, sin tener el debido conocimiento, o por lo menos alguna astilla de esa sabiduría que se desprende de una lectura atenta e interesada en plantearse donde están las fortalezas de este genio de la literatura llamado Jorge Luis Borges.

En estos comentarios generales sólo se repite una vaguedad tras otra, una seguidilla de lugares comunes que no acotan en lo más mínimo el universo borgiano. Son muy pocos los que se detienen a analizar un detalle concreto de alguna de sus obras, dejando así al lector tan ignorante como al principio. Aunque, desde luego, deslumbrado ante las alusiones altisonantes del articulista.
El problema se explica por sobre todo, porque la obra literaria de Jorge Luis Borges no es de interpretación ni de lectura fácil, y se requiere de una dosis importante de esa llamada "competencia literaria" para entrar en su laberinto. Un cuento de Borges, no se lee como un cuento de un autor convencional, sujeto al canon tradicional del género. En los cuentos de Borges el lector tiene que trabajar, poner de su parte, porque suele perderse, y en muchos párrafos necesita volver atrás para reinformarse de lo que allí se cuenta. Trabajo que lectores ni críticos de nuestro tiempo se dan, y por esos sus comentarios no pasan más allá del nivel del "comentólogo" que raya en la pedantería.
Los cuentos de Borges se adentran siempre por caminos llenos de curvas y cuestas abismantes, buscando la novedad, buscando de algún modo cuestionar, remecer los paradigmas que perviven en el imaginario del lector. Las historias de Borges no tienen principio ni fin, en el sentido que habitualmente le damos a una historia. Tampoco trasuntan metafísica, en el sentido literal del término. Avanzan siempre hacia lo fantástico, pero sin caer en ese género propiamente tal, desconcertando al lector con un desarrollo escabrosamente racional, frío, metálico, rigurosamente elaborado, adquiriendo así un carácter literario que ningún otro escritor de su tiempo ni de su lengua alcanza todavía. Por eso más de alguien ha dicho que Borges es el escritor más literario de todos los tiempos. Aunque explicar lo que "literario" significa, bien podría extraviarnos en un ensayo de mil páginas sin la seguridad de definir el término.
Aquí, tendríamos que conformarnos con decir que "literario" es todo texto que se construye bajo el convencimiento que es una mentira deliberada, recreada por una mente capaz de ordenarla para provocar al lector. Todo ha sido previamente seleccionado con un propósito, con un fin. Tal vez por eso que al lector corriente le cuesta leerlo, y de hecho no lo lee, y tienen que pasar algunos años para empezar a comprender, y más que eso, a disfrutar la literatura de Borges.
El uso del idioma en sus obras es medido, comprimido, sin aspavientos lingüísticos tendientes a deslumbrar al lector con adjetivos artificiosos. Es un castellano que contiene la influencia inequívoca del uso de otras lenguas más precisas y más breves que la nuestra. Es una prosa que sintetiza, donde cada palabra alcanza un sentido matemático, por eso si el lector no está atento, se pierde, porque una palabra de Borges contiene la información que antecede a la que vendrá, y sobre la cual el texto no volverá otra vez en el futuro. Leer a Borges es, lo que llaman hoy en computación, defragmentar, descomprimir para luego recomponer un hecho puntual.
El cuento Emma Zunz podría servirnos de plataforma para concretizar lo que hasta aquí estoy tratando de decir. Se trata de una historia que se va descomprimiendo palabra tras palabra para llegar a un final que reordena el orden del cuento tal y como si nos lo hubiesen contado de manera lineal. El narrador va entregando en pequeñas gotas lo que sabe, abriendo así núcleos narrativos que resumen la vida entera de Emma con una economía de lenguaje impresionante, creando a su vez una atmósfera cargada de misterio e incertidumbre. Una historia que parece desinformada (al principio no entendemos mucho), pero que informa todavía mejor que si la información la entregara completa. Y si bien después de una vez conocido el plan de Emma este puede resultar macabro, dada su complejidad y su orden meticulosamente premeditado, al final termina por liberar ese deseo de venganza que ha generado en el lector, convirtiéndose la consumación del crimen en un triunfo de la moral, por sobre el pecado.
Es indudable que la configuración del cuento es magnífica, y que tal vez sea este uno de los grandes cuentos del Aleph (1949), donde se advierte que cada palabra, cada idea, ha sido escogida y ordenada por el autor. Es decir, existe un orden racional previo a escribir la historia que Borges descompone en un puzzle para que lo vuelva a armar el lector con su propia imaginación. Desde luego, este trabajo de ordenar y reordenar es el que no puede hacer un lector sin competencia literaria, y es posible que abandone su lectura bajo el convencimiento de no haber entendido el cuento, sin comprender que por allí está la pillería, la jugarreta, el gran ludo maestro de Jorge Luis Borges.

Comentarios

Cz. dijo…
Yo, he de reconocer que admiro la literatura de Borges pero que la cita recurrente en cuanta revista, artículo e incluso conversación literaria se tercie ya me tiene llena. El salvavidas más seguro para muchos es decir "Borges" como si no existiera nadie más en el universo literario latinoamericano.

Un saludo y me ha gustado tu artículo :-)

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