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Mostrando las entradas de abril, 2008

del libro: Cuentos del Maule

El gringo enamorado. Humberto Miller llegó con la cuadrilla que vino a instalar las cañerías para el agua potable. Después, echó raíces en el pueblo. Se enamoró de Aurora, la hija mayor del viejo Aníbal, dueño del único almacén existente en diez kilómetros a la redonda. La muchacha tenía unos ojos negros penetrantes, clavaban igual que las espinas de los nardos. En el pequeño poblado era la estrella, como lo son algunas mujeres en el cine. Cada vez que salía de su casa cargando los baldes de aluminio en busca de agua al pozo, no le faltaba el ayudante. Los hombres corrían a socorrerla, cualquiera fuera el requerimiento. A los dieciséis años, ya había aprendido a sacarle algún partido a las miradas masculinas.

Fragmento de novela inédita: Motivos Sentimentales

Capítulo 14 Esa noche Octavio encontró a su mujer durmiendo destapada sobre la cama. Tuvo entonces la intención de abrigarla. Pero no lo hizo por temor a despertarla. Diamela pasaba a veces por temporadas de sueño ligero y cualquier ruido extraño conseguía despertarla abruptamente, con el consiguiente mal humor que suele sobrevenir después, y en el caso concreto suyo podía alcanzar niveles patológicos. Prefería en esa ocasión verla durmiendo, aparentemente tranquila. Y acaso por primera vez durante su vida matrimonial, Octavio se encontró a sí mismo en medio del silencio y la soledad de la habitación, observándola dormir. Sólo entonces, como saliendo de un estado de aturdimiento general -en el cual hubiese estado sumido por largos años-, poco a poco comenzó a tomar cierto grado de conciencia de los estragos causados por los años en el cuerpo de Diamela, ayer maravilloso y angelical como nadie mejor que él lo podía recordar.

La autopista del sur.

El escritor argentino Julio Cortázar fue un adelantado cuando escribió “La autopista del sur”, cuento de su autoría que pone al lector en medio de un gigantesco taco automovilístico a las entradas de París. Hoy, cincuenta años más tarde, en nuestros lejanos países está sucediendo exactamente lo mismo. Las calles de Santiago de Chile, por ejemplo, ya no soportan mayor cantidad de autos, a pesar de las vías concesionadas que buscan descongestionar las estrechas arterias de la ciudad. La invasión de autos es cada vez más alarmante y cabe preguntarse qué va a pasar en 10 años más, cuándo la población vehicular supere en un cien por cien a la actual.