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PLATAFORMA, de Michel Houellebecq

Miguel de Loyola

La novela de Houellebecq nos introduce en el mundo del turismo, de los viajes de placer. Michel, funcionario del departamento de cultura del gobierno francés, después de la muerte de su padre y transformarse en su único heredero, sale de viaje con destino a Tailandia. Durante el viaje conoce a Valérie –quien forma parte del grupo de turistas en que va Michel. Con ella, después de regresar a París, vivirá una larga aventura amorosa, sumada a otros muchos viajes rotulados con las mismas características.

Michel, en tanto narrador protagonista de la historia, responde a lo que ya podríamos denominar personaje clásico de las novelas europeas de los últimos decenios. Un ser en principio solitario, anodino, sin grandes pasiones, más bien del tipo depresivo, pero capaz de vaciar su mundo interior ante los ojos del lector, desde una perspectiva consciente y extremadamente racional. Este narrador decodifica punto por punto sus placeres, especialmente sexuales, acercándose por momentos a la novela pornográfica por el grado de impudicia de algunas de sus escenas. Sin embargo, no nos dice mucho acerca de sus dolores. La muerte de su padre se parece en mucho a la perspectiva apática del personaje de El Extranjero, de Camus. Asistimos a él a través de su mirada distante, indolente, que no se deja afectar por nada de lo que acontece a su alrededor. Salvo, como dijimos, el sexo, en tanto forma probada de placer.
La historia esta contada -y muy bien contada- en primera persona ,y, por momentos pareciera que es básicamente el morbo sexual el soporte mayor de la intriga que conduce al lector a leer hasta la última página. Sin embargo, vemos como poco a poco, una vez que Michel conoce a Valérie y establecen una relación de pareja estable, aunque muy al estilo europeo, la novela comienza a cobrar mayor peso psicológico, moral y también social, en tanto obra literaria capaz de convertirse en una apología del mundo moderno, sustentado por un capitalismo implacable. Valérie trabaja en turismo a alto nivel y a través de los proyectos de la empresa donde trabaja, la novela cuestiona todo este aparato gigantesco creado por las empresas del rubro con el fin de ganar dinero, gatillando en la conciencia colectiva de los turista el deseo del placer erótico.
Los viajes de Michel y Valérie a países exóticos, Tailandia, Cuba, y otros, son recreados y cuestionados ante los ojos del lector por este narrador que no se debilita en ningún momento en su afán de describir ya como una filmadora y como supraconciencia de lo que ve, piensa y siente a su alrededor, lo mismo con lo que sucede en su interior.
Tal vez diríamos que la tensión de la narración decae en las últimas páginas. Nunca ha sido fácil un final para la ficción. Pero, con todo, la novela ya ha hecho lo suficiente como para agradecer la narración.

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