Estuve a principio de Junio en Santa Cruz de la sierra, en el Encuentro de escritores “Arte poética e integración – narrativa 2007”, invitado por el Centro Simón I. Patiño” El encuentro reunía a escritores de tres países, Argentina, Chile y Bolivia. Fue una semana de conferencias ininterrumpidas relativas a la producción literaria de cada exponente, como también, referida a la literatura universal, con ponencias que hablaron de Cortázar, James Joyce, Cervantes, Gabriela Mistral, etc.
Los escritores bolivianos presentes resultaron ser tanto o más amistosos que los mismos argentinos, a quienes por razones o sin razones conocemos bastante más que a los bolivianos. Conversé con ellos como si nos hubiésemos conocido desde siempre. Adolfo Cáceres, Gary Daher, Oscar Díaz Asnaú, Centa Reck, Ramón Rocha Monroy, aunque tal vez no debiera nombrarlos porque de seguro se me escapa alguno. Su cordialidad y llanura permite ir tierra adentro en la amistad, en el intercambio de pareceres, en la Integración cultural de los pueblos que tanto necesitamos todavía en este rincón del mundo . En ese sólo sentido “Arte Poética e Integración” fue un éxito y debiera repetirse año tras año en todos los países del cono sur. La verdadera integración de los pueblos pasa primero por el intercambio cultural antes que por cualquier otro tipo de acercamiento. El comercio, desde luego, suele ser una primera aproximación, pero no establece los lazos de intimidad entre los pueblos que alcanza el intercambio cultural. El arte consigue el conocimiento del otro, la aprensión de otras entidades y sentires. Sólo de esta manera podemos llegar a comprender otras culturas y a integrarlas en la nuestra.
Los bolivianos son un pueblo replegado en un sí mismo que se aferra a su historia, como los mexicanos, los peruanos, los ecuatorianos...y ese aferrarse convierte a sus escritores en artistas del pensar profundo, reflexivos y consecuentes, todavía libres de la cultura light que ha impuesto la economía de mercado ya en todo el mundo.
Unos de los tópicos de mayor coincidencia en las ponencias de los escritores bolivianos y también argentinos, fue el de la resurrección de la ayer llamada novela histórica. La novela que toma como eje matriz de su narración un hecho o un personaje histórico de cierta relevancia, recreando y revisando a través suyo las raíces de la paria, familia o secta. Esta revalorización de la novela con tintes históricos, sabemos, es un tópico que ha tentado a los escritores de todos los tiempos. Recuérdese en los inicios a (Walter Scott 1771-1832), a quien se le atribuye la creación moderna del género, a Benito Pérez Galdóz, al propio Gabriel García Márquez (El general en su laberinto), al mismo Vargas Llosa (La fiesta del Chivo) con, Arturo Pérez Reverte (El húsar, Cabo Trafalgar…) Miguel Delibes (El Hereje) Isabel Allende (La Casa de los espíritus), por nombrar algunos de los tantos autores que han incursionado en el género. Porque la historia, contada por los historiadores propiamente tales es “una camisa de fuerza”, sostuvo en su ponencia la escritora argentina María Rosa Lojo. En cambio la literaria, la que se escribe con fines artísticos, evidentemente, se introduce en el alma de los pueblos, trasciende a planos superiores de entendimiento, creando conciencia de una realidad desconocida también como parte de la nuestra.
La revalidación de la novela histórica resulta un rasgo importante a considerar a la hora de preguntarse hacia donde fluyen las tendencias de la narrativa hispanoamérica actual, pero más importante resulta preguntarse cómo y porqué resurge hoy ese interés en los escritores actuales por el pasado, el cual, a ojos vista, al mundo moderno para nada le importa. Baste con mirar como se destruyen en nuestros países razas, palacios y construcciones antiguas en aras del progreso y la modernidad, arrasando así con el pasado para erguirse en un nuevo mundo Parece obvio que el alma de una nación se resiste a perder sus raíces, y el arte, que es fruto del alma de los pueblos sale hoy nuevamente a reivindicar su historia, a recuperar su memoria llaman otros al mismo fenómeno.
Juan Murillo y Luisa Talarico moderaron las ponencias resaltando la generosidad del Centro Patiño y de su directora Roxana Moyano para financiar un encuentro de escritores que ya ha comenzado a dar sus frutos, partiendo por el intercambio de libros y artículos entre los escritores asistentes.
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