Novelar la historia es lo que se
propone Benito Pérez Galdós en Trafalgar, y, por cierto, lo consigue sin dificultades. Estamos frente a
un escritor denominado clásico, indiscutible en el manejo del arte de la
literatura, de lenguaje llano, sin retruécanos, ni experimentos lingüísticos, a
quien la pluma le fluye de manera envidiable.
Así nos lleva al escenario del
más importante combate naval de todos los tiempos, a juicio de historiadores, acaecido
el día 21 de Octubre de 1805 en el cabo de Trafalgar, donde la flota británica
venció a la coalición franco española, gracias a la astucia y estrategia militar
del célebre almirante Nelsón. Desde entonces, recordemos, una de las
importantes plazas de Londres lleva su
nombre: Trafalgar Square, y enseña la escultura del glorioso marino inglés que
mantuvo siempre en los mares a raya a las fuerzas napoleónicas.
La novela nos lleva de lleno a la gran
batalla, de la mano de Gabriel, el joven narrador protagonista, quien se
embarca acompañando a su señor, Alonso Gutierrez de Cisniega, nada menos que en
el por entonces considerado mayor buque del mundo: el Santísima Trinidad, perteneciente
a la flota española, dotado de una tripulación de 1.159 hombres y 136 cañones. La
fantasía del joven Gabriel, casi un adolescente, huérfano de padres, introduce
al lector en los preparativos del combate, enseñando nombres y dotaciones de
los buques más importantes que constituyen las flotas prontas a enfrentarse.
Desde luego, los suyos se preparan para la victoria, aunque desconfían de la
pericia naval del almirante francés, Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, al
mando de ambas flotas.
Trafalgar es considerada un novela
histórica, por su referencia directa a un hecho tal, pero cabe señalar también
que se trata de una de las grandes novelas de aventura de la literatura
española de todos los tiempos. Sobre todo hoy, cuando asistimos al regreso de
la novela como objeto puramente de entretención. La novela de Galdós, por su
pericia narrativa, entretiene y convencen sus pormenores, sean éstos verdaderos
o falsos. La amplia gama de personajes que despliega para ilustrar los hechos,
resultan lo suficientemente convincentes como para imaginarlos inmersos en la
propia realidad.
Hay, por cierto, a propósito de la
batalla y de la guerra, un permanente cuestionamiento de la misma, que corre
por cuenta de las voces femeninas del relato, particularmente de Paquita, mujer
de Don Alonso, quien condenará la guerra como hecho absurdo y brutal, aborreciendo la terquedad de los viejos
marinos, y en particular la de su esposo, quien pese a su incipiente vejez,
persiste en su ansiedad por las batallas navales de las que sale victorioso.
Tras el desastre de la batalla, se
cuestiona la impericia táctica del almirante francés, culpándolo de la derrota.
Una opinión que ya flotaba en el ambiento previo al combate. Los españoles
terminan por culpar a sus aliados de la hecatombe, de la pérdida de sus mejores
naves y de la muerte de sus marinos más importantes, entre otros el almirante
Gravina y Churruca, considerados verdaderos baluartes de la marina española.
Las consideraciones tácticas en torno a la batalla, ponen en evidencia la
desconfianza de los marinos españoles en sus aliados, a quienes veían como
amigos forzados por razones incomprensibles.
Gabriel Araceli, nuestro narrador, se
da mañana para registrar el fragor y el dolor de la batalla, enseñando sus
momentos cruciales hasta la derrota y triste regreso a tierra. Trafalgar es una
de las cuarenta y seis novelas escritas por Benito Pérez Galdós dentro del
marco que denominó Episodios Nacionales, donde el célebre escritor español
recrea a su gusto y manera la historia de España.
MIguel de Loyola, Santiago de Chile,
Año 2014.
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