El valle del Elqui es una aventura
imperdible para los amantes del cielo. La refulgencia nocturna de los astros,
sumergen al viajante en un estado de asombro total. Por las noches se pueden
observar estrellas palpitantes, constelaciones, planetas y la divina Vía Láctea,
sin necesidad de telescopio. Están allí al alcance de la mano, enseñando el
misterio insondable del universo. Titilan en el espacio sideral, se desplazan meteoritos
y cometas, cae también a veces polvo de estrellas sobre el manto infinito,
produciendo lluvia celestial.
No resulta extraño entonces que las tierras
del Elqui hayan acunado a la poetisa más grande de América Latina: Gabriela
Mistral. Su casa enclavada en las faldas de Montegrande, fue sin duda una
ventana al cielo, a la inmensidad de la bóveda celeste, porque desde allí
extrajo el tesoro preciado, una poesía
que nutre el corazón, enseñando al mundo la grandeza de lo divino y humano. Sus
poemas penden como estrellas, cuales astros centelleantes, iluminando el alma
de aventureros y caminantes que llegan a visitar su casa. Andar por esas
tierras, subir y bajar sus quebradas, es también adentrarse en el lenguaje poético
de Lucila Godoy Alcayaga, Premio Nobel de Literatura en 1945.
Los pueblos interiores se alinean ordenadamente
en torno a los cerros colindantes, conformando un espectáculo de fachadas
uniformes. Las casas van abrasadas por lado y lado, sosteniéndose unas a otras como hermanas,
compañeras en el tiempo y el espacio, aprisionando entre sus muros la memoria
imborrable del pasado. Impresionan sus matices, se aprecia la influencia
diaguita en el uso alegre y vivo del color, estremece la limpieza, el estado de
conservación de estos pueblos legendarios, lustrados por el viento precordillerano
y dorados por el sol siempre amarillo de la tarde. Peralillo, Villa Seca, Diaguitas,
Rivadavia, Paihuano, Montegrande, Cochiguaz..., se esparcen por los distintos
laberintos que conforman el valle, con sus imponentes casas de adobe, firmes como robles centenarios. Hay que andar
por allí para oír el ruido de aguas corriendo por vertientes y canales, hay que
adentrarse en esas lejanías para percibir la paz que inocula el silencio, hoy
día destruido en la ciudades.
Una visita al museo Gabriela Mistral
en Vicuña es otro paso imperdible. Allí es posible conocer vida y obra de la
poetisa. Están sus libros, sus premios, su historia. Un museo interactivo que
acoge a todos sus visitantes en el lugar donde nace Lucila Godoy Alcayaga
en1889. Hay una ambientación de época
que recuerda sus primeros años, antes de trasladarse a Montegrande. La selección
de extractos de sus poemas y pensamientos está muy bien hecha, porque
configuran los sentimientos de la poetisa: "Me busco un verso que he
perdido, que a los siete años me dijeron. Fue una mujer haciendo el pan, y yo
su santa boca veía.", "La patria es el paisaje de la infancia y
quédese lo demás como mistificación política", "Que el oficio no nos
sea impuesto: primera condición para que sea amado. Que el hombre lo elija,
como elige a la mujer; y la mujer lo mismo como elige al hombre, porque el oficio
es cosa mucho más importante todavía que el compañero.", "A los niños
me he dado y sólo para ellos guardo mi salud y mis bríos / El futuro de los
niños es siempre hoy. Mañana será tarde. / Todo lo di, ya nada llevo./
Los observatorios astronómicos ubicados
en las montañas, son de un interés turístico impresionante. Desde la altura
donde se encuentra ubicados, se obtiene una panorámica formidable. Parapetado
en sus cumbres el viajero experimenta por momentos la sensación de estar pisando
otra galaxia, otro planeta, rodeado de alcores, volcanes y quebradas de colores
interplanetarios. El observatorio Tololo, cuyo significado en lengua cacan significa "al borde del precipicio",
es uno de los más visitados. La visita dura unas cuatro horas, una para subir,
otra para bajar. Se accede al lugar a través de un camino ripiado que va
serpenteando los cerros, cruzando un territorio desértico y deshabitado, donde
más de algún cóndor ronda peligrosamente por los aires, acechando su presa
posible. Una vez arriba, un profesor guía enseña al visitante las
particularidades del observatorio y sus telescopios.
Las viñas son otro punto de atractivo
turístico importante, ocupan principalmente el plano del valle; pero también algunas se esparcen por los
lomajes cercanos, pintando de verde en primavera laderas y riscos ayer áridos. De
sus uvas enormes y almibaradas, se extraen los mejores piscos del país, dado su
grado de exposición al sol fulgente del Valle. También hay un número importante
de cervecerías, una industria artesanal del líquido color oro en constante
crecimiento.
No hay que dormir muchas noches en el
valle del Elqui para paladear el placer de un sueño dulce. A la primera el
viajero cae rendido bajo el parpadeo de los astros. La conexión con las
estrellas infinitas, genera un campo magnético que carga silenciosamente las
baterías del visitante.
Miguel de Loyola -Valle del Elqui -
Julio del 2016
Comentarios