En muchas ocasiones oí hablar a José
Donoso de imbunches en su taller. Un concepto sacado de la mitología mapuche
que a él le producía bastante inquietud. Por cierto, su desarrollada
imaginación de novelista por excelencia, lo llevaba siempre más allá del mito y
leyenda chilota, traspasando la idea metafóricamente hacia otras formas
posibles de castración -no sólo corporal-
como señala el mito, sino también psicológica, aquellas practicadas por
las diferentes culturas a lo largo de la historia para acallar las voces
incomprensibles del inconsciente, y preservar así la cultura de la tribu, su
orden, estabilidad y permanencia.
En su novela El obsceno pájaro de la noche, a través del controvertido personaje
nominado el Mudito, José Donoso desarrolla y recrea con la morosidad propia del
novelista aplicado, muchas aristas posibles sobre el tema. Un personaje cuya
personalidad habría sido una fuente inagotable para las exploraciones de Freud,
dada su complejidad psicológica. Un ser, según lo proyecta el novelista en la
mencionada novela, mutilado por las prácticas culturales de una época
particular y concreta: el Chile latifundista de fines del siglo XIX y principios
del siglo XX, caracterizado -para efectos de la caracterización psicológica-
por la relación patrón versus peón.
Siguiendo el curso analógico practicado
por Donoso respecto al mencionado mito, Humberto Peñaloza , el Mudito, sería
claramente un imbunche. Un ser que ha sido castrado por la clase dominante,
para imponerle sus paradigmas, y para servir también -como en el mito-, de
guardián de la misma, constituyendo así a la postre, el prototipo de la personalidad del chileno
por excelencia, tras la alteración arbitraria de su naturaleza por esta
imposición o castración de personalidad, llevada a cabo de forma aparentemente
natural, como una consecuencia de la convivencia. No estoy postulando aquí que
exista la clara voluntad de practicar el imbunche, sino que, muy por el
contrario, se trataría del resultado de
un proceso natural existente tras esa relación patrón / peón, de aquellos tiempos, donde es posible
observar la persistencia de paradigmas de la Edad Media, europea.
A lo largo de la novela vemos claramente
perfilados muchos caracteres de la clase dominante en la personalidad de
Jerónimo de Azcoitia, quien asume su existencia y rango social con la
naturalidad que le es propia a un aristócrata, sin conflictos de ambigüedad en
ese sentido. Humberto Peñaloza, por cierto, presenta la cara opuesta. Es decir,
la ambigüedad completa, no sólo debido al desarraigo natural que afecta a su clase de pertenencia, sino por
causa de esta imposición de valores y dogmas superpuestos que no lo
interpretan, pero que los cumple a cabalidad y acaso mejor que el propio Jerónimo
de Azcoitía, como bien trasluce la novela. El Mudito terminará siendo más
implacable que el mismo latifundista a la hora de velar por los valores de la
aristocracia.
A partir de esta indudable distorsión de
la personalidad del personaje, bien podríamos aventurar la tesis acerca de la
raíz del doble estándar atribuido a los chilenos, basada en el imbunche, como
de alguna manera parece insinuar Donoso,
tras la recreación de este personaje característico de la sociedad chilena, tan
exclusivo como el propio latifundista de la época descrita en la novela. Porque
al reprimir, suturar y sellar los escapes y salidas del inconsciente, que es
precisamente lo que ocurre con el Mudito tras su relación con Jerónimo
Azcoitía, darían espacio a la gestación de una personalidad paralela, o
subyacente a la que ha sido previamente conculcada, como bien podemos
corroborar en la ambigüedad psicológica de Humberto Peñaloza.
Joaquin Edwards Bello también discurre
mucho sobre el tema del doble estándar en sus crónicas y comentarios respecto a
la personalidad de los chilenos, toda vez que intenta definir la naturaleza de
sus personajes, pero no construye una teoría social ni psicológica acerca de
sus orígenes como lo hace, brillantemente José Donoso, basada en un mito
ancestral, que podría ser también la base de esa inexplicable rivalidad de
nuestros próceres de la Independencia: O´hhigins y Carrera.
Miguel de Loyola - Santiago de Chile -
Año 1996.
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