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Ultimo consejo del rey



Siempre viví bajo la sospecha de que el enemigo no estaba allá afuera, sino adentro. Sin embargo, hice hasta lo imposible por aislar mi fortaleza. Levanté murallas, castillos, torreones para defenderme, para aislarme de aquel enemigo externo,  dejando en libertad al enemigo interno, el que estaba adentro y no afuera, el que tenía mayor control sobre mi que el otro, al que podía alejar mediante escudos, armas y fortificaciones.
Ahora en la vejez, recién comprendo las grandes debilidades de mis estrategias, el error de haber temido más al otro, a esos otros que estaban allá afuera, mucho más que a mi enemigo más poderoso: yo mismo. Fui un rey convencido que el mal estaba detrás de las murallas de mi ciudadela, malgastando día y noche a cientos de centinelas, para llegar finalmente al convencimiento que mi verdadero enemigo habitaba al interior de mi propia fortaleza; cual araña, gusano, reptil que me devoraba por dentro. Ahora ya es demasiado tarde para comenzar la verdadera guerra, porque estoy a las puertas de la muerte y no hay tiempo suficiente. Las guerras son largas y toman tiempo, se pierden y se ganan batallas y se desgastan los ejércitos. Sin embargo, ustedes, que aún tienen la vida por delante, podrán hacerlo; no teman al de afuera, sino al que está adentro. Reconózcanlo, encárenlo, elimínenlo y serán libres por siempre.



Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Agosto del 2019.-

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