Seda es una novela del escritor italiano Alessandro Baricco que asombró a muchos lectores jóvenes a finales de los 90´por su estilo y formato minimalista. Tal vez haya sido el principio de un cambio del género narrativo que comenzaría a imponerse de ahí en adelante. Sin embargo, cabe recordar que las formas narrativas breves en ningún caso son nuevas, acusan una data tan antigua como las largas.
La
novela de Baricco lleva al lector a una época en que la producción y comercio
de la seda pasaba por una mercancía importante, por un artículo de valor
apreciado y codiciado en todos los mercados de Europa y el mundo. El
protagonista, Hervé Joncour de 32 años, debido a una epidemia que arrasó con los
huevos productores en toda Europa, será
uno de los primeros en viajar al Japón en busca de gusanos sanos para su
industria. La travesía desde Lavilledieu, su lugar de origen, le tomará al viajero varios meses, en una
época en que el Japón tenía cortadas sus relaciones con el continente y había
que rebuscárselas para entrar a la isla.
Durante
aquellos largos viajes clandestinos en busca de la materia prima para la continuidad de su industria y la de otros
hilanderos de Lavilledieu, Hervé Jancour poco a poco irá sufriendo la
metamorfosis propia del héroe novelesco, tras conocer en Shirakawa a una
enigmática joven que cautivará el centro de su atención durante dicha travesía
al oriente, luego de cruzar Europa y Asia. .
Los
breves capítulos de la novela van ilustrando la historia como diapositivas.
Resalta por cierto la capacidad de síntesis, el estilo medido para proyectar
más que decir las características de los viajes de Hervé Joncour. La perfecta
manera de insinuar y sugerir en la mente del lector el ambiente, los personajes
y las emociones vividas por el
protagonista. Se trata de un minimalismo extremo, en pocas palabras se sugiere
tanto o más que usando muchas.
Sin
duda, la novela enseña mucho a los jóvenes narradores sobre el arte narrativo y
por eso sigue siendo un referente para las nuevas generaciones que han seguido
este estilo. Desde luego, enseña el buen uso de las palabras, la capacidad de
síntesis, la creación de personajes, el manejo silencioso de la trama, el uso
correcto de los diálogos y la creación de ambientes sin necesidad de tantos
artificios. Todo se entrega de manera comprimida, en una cápsula digerible,
instantánea, cuando apremia el tiempo, cuando el lector no dispone de más de
una hora para leer un libro completo, en una época en que el lenguaje cotidiano
se ha reducido a monosílabos..
Miguel
de Loyola — Santiago de Chile — Noviembre del 2020
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