Nada más oír dos o tres notas para saber que viene Santana en camino, entrando poco a poco, avanzando desde lo más profundo. Las parejas comienzan a buscarse con desesperación. Nadie podía perderse el momento de bailar Samba pa ti, el lento más codiciado en una fiesta de esa época. Nadie salía ileso después de bailarlo sin apenas moverse de su sitio, abrazando a una chica, percibiendo el perfume fresco de su juventud; su cintura flexible y dócil a cualquier intento de movimiento. Ellos terminaban calientes, ellas también, pero además envueltos por esa carga mística que poco a poco la música de Santana suele ir tejiendo punto por punto, nota tras nota, en una cadencia marcada de giros que pinchan como agujas los centros nerviosos. El tam tam de las tumbadoras le daba acaso aquel sabor ancestral inconfundible. Aquel toque arcano proveniente de pueblos aborígenes, entrelazado al punteo de la guitarra eléctrica, conseguía trasladar a la gente a una dimensión diferente. Transportaba a las parejas hacia otros confines, las llevaba por las nubes a esos mundos donde la armonía reina, allí donde los límites se extinguen, desaparecen, no existen. ¡Cachay!
https://www.youtube.com/watch?v=j5AUm_xaE9A
Miguel de Loyola - Fragmento de libro inédito
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