El libro de Miguel de Loyola, Reina de la vendimia, se compone de 18 cuentos, más un apéndice donde se traducen las frases en latín que están presentes en algunos epígrafes de los cuentos, relacionados al tema del vino y al contenido de cada relato.
Son cuentos que despliegan diversos escenarios y acontecimientos que tienen como columna vertebral la presencia y valor cultural del vino.
El vino como expresión cultural:
En el conjunto de relatos se aprecia que alrededor de la
palabra vino se van acumulando diversos significados y sentidos. El vino es un
catalizador privilegiado que permite entender y develar a los personajes, sus filiaciones, sus
emociones, su manera de ser, sus comportamientos, los rasgos de su carácter,
sus alegrías, sus carencias.
En Reina de la vendimia se puede apreciar que se
bebe por diversas razones: porque sube el ánimo, porque le da valor al tímido
para enfrentar situaciones complejas, porque enciende la pasión erótica, porque
alivia la tristeza, para compartir con amigos, para embriagarse por el gusto de
embriagarse, para envalentonarse en las peleas, etc.
Respecto a este punto, es decir a lo relativo al eje
de la violencia presente en algunos
cuentos, cabe destacar la existencia de lo que podría definirse como un “código
de la animalidad”. Dicho código
representa la fuerza, lo instintivo, lo primitivo que retorna, lo atávico,
la violencia y la muerte trágica. En
consecuencia, se describe a muchos
personajes con características animalescas o se utilizan apodos con nombres de
animales. Algunos ejemplos al respecto: “amenazó esbozando una sonrisa de
cocodrilo”, “se enfureció, mostrando su dentadura de animal agresivo”,
“Mantenía la cabeza gacha como esos toros aturdidos por la algarabía de la
muchedumbre”, “se lanzó como un tigre sobre la corpulenta figura del rucio”, “
El hombre había desaparecido, dejando rastros de animal herido”, “los tipos se
abrazaron como dos osos...”, etc. etc. etc.
Pero el vino logra también, en una dimensión positiva y opuesta a la anterior, transportar
a algunos personajes a otro nivel de experiencia, produciéndose, como señala el
narrador del cuento Centenario de la viña Santa Cosita, una especie de
regresión a un tiempo originario, mítico, un tiempo de Dionisios, del placer,
del erotismo, de la embriaguez nietzchiana de los sentidos: “Imaginé las orgías
en plenilunio sobre las colinas griegas, la corte de mujeres que seguía al dios
hasta las altas cumbres, liberando paso a paso sus miedos”
Como puede apreciarse por lo antes mencionado, el libro expone una visión realista y objetiva del mundo
representado, que muestra lo glorioso, pero también lo que enturbia lo positivo
del espacio vital desplegado.
Entre múltiples ángulos que ofrecen los cuentos,
accedemos como lectores al proceso de
hacer el vino, a los diversos protocolos del beber, a las características,
similitudes y diferencias entre la producción del vino en el pasado y en el
presente, a diversos tipos humanos y su
relación con el brebaje, personajes queribles y personajes despreciables, como
aquellos que producen incendios intencionales que destruyen la tierra y las
viñas, a las tensiones existentes entre
personajes locales y afuerinos, al drama de la cesantía en las familias
campesinas, a las pillerías de algunos viñateros antiguos, como echarle agua al
vino y aumentar así la cantidad de litros, a creencias populares acerca del
origen de los mostos, a costumbres de los pueblos donde está situados los relatos , a las alegrías y
los dramas que pueden producir el beber vino en exceso, a las peleas que puede
generar por motivos amorosos o de honor fustigado, a las tragedias resultantes,
pero también a la alegría y el
sentimiento de pertenencia y colectividad que se puede generar.
Los lectores de Reina de la vendimia no solo nos
insertamos imaginativamente en los espacios rurales de la región del Maule;
también aprendemos de tradiciones locales que perviven en un contexto de
modernidad y globalización y a diversas maneras
formas de entender y procesar el ritual de beber. Accedemos también a los
problemas de los pequeños productores, a quienes las grandes viñas le compran sus
caldos, pagándoles muy poco y en forma tardía, a los aspectos comerciales que
giran en torno al vino, a lugares representativos como son los prostíbulos de
algunos pueblos, con sus particulares y respetadas regentas, con hombres rudos
dispuesto a morir por una afrenta. Conocemos también diferentes capas sociales,
con un arco que va desde personajes de
buena situación económica, a otros representativos de distintas formas de
marginalidad.
Accedemos finalmente a la relación del vino no solo con el ser
humano sino también con la naturaleza, con la importancia que posee la luz en
esos ambientes, el sol, los ritmos de la naturaleza, del mundo animal, etc.
Etc.
El vino y la festividad:
Uno de los motivos preponderantes en los cuentos es las
fiestas populares. Como bien sabemos, la
fiesta es un acto social que cumple funciones específicas en la sociedad y se
erige como uno de los símbolos más fuertes que representan la vida cotidiana.
Lo que se come, lo que se viste, lo que se canta, lo que se baila, y lo que se
bebe, son importantes marcas culturales. Octavio Paz en su libro El
laberinto de la soledad, afirma que la fiesta permite canalizar emociones
como la alegría y la tristeza y por ello funciona como un escape de nuestra
vida cotidiana y un reforzamiento de nuestra pertenencia a la sociedad.
En el libro que hoy presentamos, la fiesta, además de
encarnar nítidamente lo que Octavio Paz afirma, es expresiva de una chilenidad
profunda y de un pasado que se resiste a desaparecer, con sus tradiciones y
leyendas que aún perviven. En las
fiestas de los pampanitos, por ejemplo, se cantan tonadas, mientras se recogen
los gajos de uvas y los jóvenes se enamoran al compás de la música, o en la fiesta en Villa Alegre donde, como dice el
narrador “todo el pueblo cambia de rostro, donde “hasta los perros se mostraban
indulgentes”. Es una fiesta que conecta a los personajes con sus antepasados,
en esta caso con los vascos que instalaron los primeros viñedos. Uno de ellos:
José María Luzurriaga era “uno de los viñateros más antiguos de la zona…que
mantenía la tozudez de sus antepasados vascos conservaba intacta la tradición
de la fiesta del vino todavía a fines del siglo XX, provocando admiración y también
más de algún desorden en el pueblo”.
La fiesta es en
definitiva un elemento de aglutinación donde todavía puede experimentarse un
sentimiento de comunidad, situación que se ha ido diluyendo con el paso del
tiempo.
Unidades temáticas: Pasado/ Presente Tradición/ Modernidad
Es elocuente en Reina de la vendimia la presencia
de abuelos poseedores de la tradición vitivinícola, de hijos ligados al mismo
oficio de sus padres y de nietosque son los que finalmente narran las experiencias
vividas cuando eran niños.
El vino se proyecta como un saber hereditario, como puede
apreciarse en el hecho de la supervivencia de las técnicas antiguas en la
configuración de los mostos. Es el ejemplo de viñateros que todavía preparan
sus caldos en tinajas de robles. Se valora la sabiduría antigua ligada a la
producción de vinos, como el hecho de priorizar su desarrollo lento y seguro.
Como afirma uno de los narradores, se trata de un proceso:
semejante al rodar de las carretas tiras por bueyes que a
paso cansino suben los montes
dejando impresa su inconfundibles estela sobre la tierra. Ahora en cambio, la tecnología agiliza cada día más
los procesos, y la faena de
recolección que en aquellos tiempos tomaba una semana completa, hoy una máquina recolectora la resuelve en
veinticuatro horas”.
Es, como puede apreciarse, la valoración de un tipo de
vida distinto, de un ritmo vital menos intenso, más vivible y amable con las
personas y el entorno que habitan.
Sin embargo, en los cuentos de Reina de la vendimia
se reconoce el advenimiento de la modernidad a la que hay que adaptarse, como en lo que respecta a la
utilización de técnicas primitivas enriquecidas con la incorporación de nuevas
tecnologías. Ejemplar en este sentido son las antiguas cubas de madera que han dan
paso a “tanques modernos de aluminio provenientes del extranjero”. Lo
importante es que a pesar de los adelantos tecnológicos el pasado y su potencia
simbólica continúe activado en las subjetividades del mundo campesino.
Paradigmático en este sentido es el cuento El faro de San Francisco, donde
una enorme cuba de madera se constituye como un símbolo de un pasado que
retorna, un “recuerdo vivo” que habita
en la conciencia de los personajes:
Ahora,
si alguien todavía pregunta por la ubicación del pueblo, solo basta repetir esa misma cantilena de otros tiempos, de esos tiempos lejanos, pero aún latentes en
la memoria, grabados a fuego:
detrás de la cuba mi amigo, detrás de aquel barril enorme que se ve a lo lejos.
Para ir concluyendo esta presentación, considero
fundamental referirme al penúltimo cuento de Reina de la vendimia,
titulado Final del vino. En él se condensan las líneas de sentido desplegadas
en el libro, pero además se percibe un cambio en el estado anímico de la
narración que contrasta con el de los cuentos que lo anteceden.
Ambientado en la ciudad de Londres, el relato se inicia
poniendo en tensión las categorías de lo real: “El fantasma de mi padre
apareció una noche en un hotel de Londres. Había pedido una botella de vino al
mozo, impresionado ante la oferta de mostos provenientes de mí país”.
El vino se asocia a la nostalgia del padre y del país de
su infancia. El narrador personaje reflexiona, mientras bebe unas copas de
Cabernet Sauvignon chileno, sobre las
bondades del vino de su país, la
relación precio-calidad y otros aspectos ligados al tema del vino. En medio de sus
cavilaciones emerge en su interioridad la figura de padre. El lector se informa
que éste también fue viñatero, que
siempre bebía en las comidas, que su cepa preferida era también el Cabernet
Sauvignon y que cuando encontraba muy bueno el vino decía que “estaba de
mascarlo”.
Para el narrador personaje los viñedos del padre
tuvieron prósperas cosechas, bajo un
“sol divino” y “vientos marinos, espoleados por Baco y sus amigos sobre estas
tierras durante el verano”.
El recuerdo del padre se liga al goce de estar bebiendo
un vino chileno. Es el momento crucial donde a su progenitor “flotando por allí reencarnado
en aquel vino proveniente de la misma región donde mi padre produjera el suyo
propio”.
La emotividad del texto le confiere rasgos del relato
autobiográfico, donde la intimidad y la subjetividad del narrador personaje se
transmiten a la escritura. Nuevamente el pasado y el presente se articulan en
torno al tema del vino. Al recordar los viñedos familiares, la Viña Ternura, el
narrador personaje remite a “tierras fértiles…provistas de agua suficiente para
mantener siempre verdes las hojas y también el huerto”. El texto avanza en este
el diálogo entre dos tiempos mediados por la presencia del vino: “Bajo esa
atmósfera me asaltaba, en el restaurante de Paddington el fantasma de mi padre
una y otra vez, en cada sorbo de aquel Cabernet Sauvignon”.
El vínculo entre el vino de la viña familiar, el vino que
está tomando en Londres y los recuerdos del padre se entrelazan simbólicamente en
una revelación epifánica: “por primera vez despertaba en mí la idea de que mi padre debió ser un hombre feliz. Según
versa el proverbio, el hombre cosecha lo que siembre, y quien cosecha vino,
termina contagiado por su alegría y sabor”. El vino de su padre, lleno de sabor
y color, “podía transformar la amargura en dulzor, la tristeza en alegría”. La
revelación deriva en una conclusión donde intelecto y sentimiento se fusionan para
definir una verdad única: “Por allí entiendo ahora que comienza la verdadera
historia del vino, y el más profundo anhelo del viñatero: por el deseo de
transformar la vida en un placer de vivirla”
Febrero del 2024.
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