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Reina de la vendimia, por Cristian Montes Capo

 




El libro de Miguel de Loyola,
Reina de la vendimia, se compone de 18 cuentos, más un apéndice donde se traducen las frases en latín que están presentes en algunos epígrafes de los cuentos, relacionados al tema del vino y al contenido de cada relato.

Son cuentos que despliegan diversos escenarios y acontecimientos que tienen como columna vertebral la presencia y valor cultural del vino.

El vino como expresión cultural:

En el conjunto de relatos se aprecia que alrededor de la palabra vino se van acumulando diversos significados y sentidos. El vino es un catalizador privilegiado que permite entender y develar a  los personajes, sus filiaciones, sus emociones, su manera de ser, sus comportamientos, los rasgos de su carácter, sus alegrías, sus carencias.

En Reina de la vendimia se puede apreciar que se bebe por diversas razones: porque sube el ánimo, porque le da valor al tímido para enfrentar situaciones complejas, porque enciende la pasión erótica, porque alivia la tristeza, para compartir con amigos, para embriagarse por el gusto de embriagarse, para envalentonarse en las peleas, etc.

Respecto a este punto, es decir a lo relativo al eje de  la violencia presente en algunos cuentos, cabe destacar la existencia de lo que podría definirse como un “código de la animalidad”.  Dicho código representa la fuerza, lo instintivo, lo primitivo que retorna, lo atávico, la  violencia y la muerte trágica. En consecuencia, se describe a  muchos personajes con características animalescas o se utilizan apodos con nombres de animales. Algunos ejemplos al respecto: “amenazó esbozando una sonrisa de cocodrilo”, “se enfureció, mostrando su dentadura de animal agresivo”, “Mantenía la cabeza gacha como esos toros aturdidos por la algarabía de la muchedumbre”, “se lanzó como un tigre sobre la corpulenta figura del rucio”, “ El hombre había desaparecido, dejando rastros de animal herido”, “los tipos se abrazaron como dos osos...”, etc. etc. etc.

Pero el vino logra también, en una  dimensión positiva y opuesta a la anterior, transportar a algunos personajes a otro nivel de experiencia, produciéndose, como señala el narrador del cuento Centenario de la viña Santa Cosita, una especie de regresión a un tiempo originario, mítico, un tiempo de Dionisios, del placer, del erotismo, de la embriaguez nietzchiana de los sentidos: “Imaginé las orgías en plenilunio sobre las colinas griegas, la corte de mujeres que seguía al dios hasta las altas cumbres, liberando paso a paso sus miedos”

Como puede apreciarse por lo antes mencionado, el libro expone  una visión realista y objetiva del mundo representado, que muestra lo glorioso, pero también lo que enturbia lo positivo del espacio vital desplegado.

Entre múltiples ángulos que ofrecen los cuentos, accedemos como lectores al  proceso de hacer el vino, a los diversos protocolos del beber, a las características, similitudes y diferencias entre la producción del vino en el pasado y en el presente, a  diversos tipos humanos y su relación con el brebaje, personajes queribles y personajes despreciables, como aquellos que producen incendios intencionales que destruyen la tierra y las viñas,  a las tensiones existentes entre personajes locales y afuerinos, al drama de la cesantía en las familias campesinas, a las pillerías de algunos viñateros antiguos, como echarle agua al vino y aumentar así la cantidad de litros, a creencias populares acerca del origen de los mostos, a costumbres de los pueblos donde  está situados los relatos , a las alegrías y los dramas que pueden producir el beber vino en exceso, a las peleas que puede generar por motivos amorosos o de honor fustigado, a las tragedias resultantes, pero también a  la alegría y el sentimiento de pertenencia y colectividad que se  puede generar.

Los lectores de Reina de la vendimia no solo nos insertamos imaginativamente en los espacios rurales de la región del Maule; también aprendemos de tradiciones locales que perviven en un contexto de modernidad y globalización y  a diversas maneras formas de entender y procesar el ritual de beber. Accedemos también a los problemas de los pequeños productores, a quienes las grandes viñas le compran sus caldos, pagándoles muy poco y en forma tardía, a los aspectos comerciales que giran en torno al vino, a lugares representativos como son los prostíbulos de algunos pueblos, con sus particulares y respetadas regentas, con hombres rudos dispuesto a morir por una afrenta. Conocemos también diferentes capas sociales, con un arco que va desde personajes  de buena situación económica, a otros representativos de distintas formas de marginalidad. 

Accedemos finalmente  a la relación del vino no solo con el ser humano sino también con la naturaleza, con la importancia que posee la luz en esos ambientes, el sol, los ritmos de la naturaleza, del mundo animal, etc. Etc.

El vino y la festividad:

Uno de los motivos preponderantes en los cuentos es las fiestas populares.  Como bien sabemos, la fiesta es un acto social que cumple funciones específicas en la sociedad y se erige como uno de los símbolos más fuertes que representan la vida cotidiana. Lo que se come, lo que se viste, lo que se canta, lo que se baila, y lo que se bebe, son importantes marcas culturales. Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad, afirma que la fiesta permite canalizar emociones como la alegría y la tristeza y por ello funciona como un escape de nuestra vida cotidiana y un reforzamiento de nuestra pertenencia a la sociedad.

En el libro que hoy presentamos, la fiesta, además de encarnar nítidamente lo que Octavio Paz afirma, es expresiva de una chilenidad profunda y de un pasado que se resiste a desaparecer, con sus tradiciones y leyendas que aún perviven.  En las fiestas de los pampanitos, por ejemplo, se cantan tonadas, mientras se recogen los gajos de uvas y los jóvenes se  enamoran al compás de la música, o en  la fiesta en Villa Alegre donde, como dice el narrador “todo el pueblo cambia de rostro, donde “hasta los perros se mostraban indulgentes”. Es una fiesta que conecta a los personajes con sus antepasados, en esta caso con los vascos que instalaron los primeros viñedos. Uno de ellos: José María Luzurriaga era “uno de los viñateros más antiguos de la zona…que mantenía la tozudez de sus antepasados vascos conservaba intacta la tradición de la fiesta del vino todavía a fines del siglo XX, provocando admiración y también más de algún desorden en el pueblo”.

La  fiesta es en definitiva un elemento de aglutinación donde todavía puede experimentarse un sentimiento de comunidad, situación que se ha ido diluyendo con el paso del tiempo.

Unidades temáticas: Pasado/ Presente    Tradición/ Modernidad

Es elocuente en Reina de la vendimia la presencia de abuelos poseedores de la tradición vitivinícola, de hijos ligados al mismo oficio de sus padres y de nietosque son los que finalmente narran las experiencias vividas cuando eran niños.

El vino se proyecta como un saber hereditario, como puede apreciarse en el hecho de la supervivencia de las técnicas antiguas en la configuración de los mostos. Es el ejemplo de viñateros que todavía preparan sus caldos en tinajas de robles. Se valora la sabiduría antigua ligada a la producción de vinos, como el hecho de priorizar su desarrollo lento y seguro. Como afirma uno de los narradores, se trata de un proceso:

semejante al rodar de las carretas tiras por bueyes que a paso cansino         suben los montes dejando impresa su inconfundibles estela sobre la         tierra. Ahora en cambio, la tecnología agiliza cada día más los procesos,      y la faena de recolección que en aquellos tiempos tomaba una semana          completa, hoy una máquina recolectora la resuelve en veinticuatro   horas”.

Es, como puede apreciarse, la valoración de un tipo de vida distinto, de un ritmo vital menos intenso, más vivible y amable con las personas y el entorno que habitan.

Sin embargo, en los cuentos de Reina de la vendimia se reconoce el advenimiento de la modernidad a la que hay que  adaptarse, como en lo que respecta a la utilización de técnicas primitivas  enriquecidas con la incorporación de nuevas tecnologías. Ejemplar en este sentido son las antiguas cubas de madera que han dan paso a “tanques modernos de aluminio provenientes del extranjero”. Lo importante es que a pesar de los adelantos tecnológicos el pasado y su potencia simbólica continúe activado en las subjetividades del mundo campesino. Paradigmático en este sentido es el cuento El faro de San Francisco, donde una enorme cuba de madera se constituye como un símbolo de un pasado que retorna, un “recuerdo vivo”  que habita en la conciencia de los personajes:

                   Ahora, si alguien todavía pregunta por la ubicación del pueblo,                 solo   basta repetir esa misma cantilena de otros tiempos, de esos              tiempos lejanos, pero aún latentes en la memoria, grabados a                          fuego: detrás de la cuba mi amigo, detrás de aquel barril enorme                 que se ve a lo lejos.

Para ir concluyendo esta presentación, considero fundamental referirme al penúltimo cuento de Reina de la vendimia, titulado Final del vino. En él se condensan las líneas de sentido desplegadas en el libro, pero además se percibe un cambio en el estado anímico de la narración que contrasta con el de los cuentos que lo anteceden.

Ambientado en la ciudad de Londres, el relato se inicia poniendo en tensión las categorías de lo real: “El fantasma de mi padre apareció una noche en un hotel de Londres. Había pedido una botella de vino al mozo, impresionado ante la oferta de mostos provenientes de mí país”.

El vino se asocia a la nostalgia del padre y del país de su infancia. El narrador personaje reflexiona, mientras bebe unas copas de Cabernet Sauvignon chileno,  sobre las bondades del vino de su país,  la relación precio-calidad y otros aspectos ligados al tema del vino. En medio de sus cavilaciones emerge en su interioridad la figura de padre. El lector se informa que éste  también fue viñatero, que siempre bebía en las comidas, que su cepa preferida era también el Cabernet Sauvignon y que cuando encontraba muy bueno el vino decía que “estaba de mascarlo”.

Para el narrador personaje los viñedos del padre tuvieron  prósperas cosechas, bajo un “sol divino” y “vientos marinos, espoleados por Baco y sus amigos sobre estas tierras durante el verano”.

El recuerdo del padre se liga al goce de estar bebiendo un vino chileno. Es el momento crucial donde  a su progenitor “flotando por allí reencarnado en aquel vino proveniente de la misma región donde mi padre produjera el suyo propio”.

La emotividad del texto le confiere rasgos del relato autobiográfico, donde la intimidad y la subjetividad del narrador personaje se transmiten a la escritura. Nuevamente el pasado y el presente se articulan en torno al tema del vino. Al recordar los viñedos familiares, la Viña Ternura, el narrador personaje remite a “tierras fértiles…provistas de agua suficiente para mantener siempre verdes las hojas y también el huerto”. El texto avanza en este el diálogo entre dos tiempos mediados por la presencia del vino: “Bajo esa atmósfera me asaltaba, en el restaurante de Paddington el fantasma de mi padre una y otra vez, en cada sorbo de aquel Cabernet Sauvignon”.

El vínculo entre el vino de la viña familiar, el vino que está tomando en Londres y los recuerdos del padre se entrelazan simbólicamente en una revelación epifánica: “por primera vez despertaba en mí la idea de  que mi padre debió ser un hombre feliz. Según versa el proverbio, el hombre cosecha lo que siembre, y quien cosecha vino, termina contagiado por su alegría y sabor”. El vino de su padre, lleno de sabor y color, “podía transformar la amargura en dulzor, la tristeza en alegría”. La revelación deriva en una conclusión donde intelecto y sentimiento se fusionan para definir una verdad única: “Por allí entiendo ahora que comienza la verdadera historia del vino, y el más profundo anhelo del viñatero: por el deseo de transformar la vida en un placer de vivirla”


                                                                                                       Febrero del 2024. 

 

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