Duma Key narra la nueva vida de Edgar
Freemantle, quien luego de sufrir un grave accidente, perder un brazo, quedar
medio cojo, termina transformado en un artista, en un afamado pintor, cuyas
primeras obras consiguen un éxito
rotundo.
La narración se extiende en primera persona
más allá de las setecientas páginas, y aunque a este lector le parece que
sobran las últimas doscientas, la novela igualmente consigue un nivel interesante,
tocando nervios y sensores estéticos de resonancia múltiple. Destaca, por
cierto, el desarrollo del lenguaje narrativo que permite al lector conectar sin
esfuerzo con la vida de Edgar. El modo de apelar a su vida anterior como otra,
como otra vida (a la vivida antes del accidente), genera una sensación de
verdad vivencial ecuménica, separando el ayer del hoy mediante paredes visibles.
Edgar, en su vida anterior, ha sido un
empresario de la construcción exitoso, ha ganado mucho dinero, ha tenido un matrimonio estable y dos hijas;
sin embargo, tras sufrir el accidente, su mujer lo abandona, y pierde aquel
núcleo familiar que hasta entonces ha sido sólido. Es así como huyendo del
abandono llega a Florida, frente al Golfo de México, a un sector privilegiado, después
de arrendar una casa donde terminará transformado en un artista. La recreación del
paisaje circundante, de las puestas de sol, del mar, de la playa que rodea la
casa, alcanza un nivel metafórico
relevante.
Ahora bien. La historia exitosa del nuevo
artista, intenta fundir, en mi opinión a pie forzado, los acontecimientos
relatados como consecuencia de una historia de horror que corre paralela,
desvirtuando mucho de lo conseguido hasta las quinientas páginas. Esta historia
de terror interpuesta, fantástica y grotesca, no alcanza verosimilitud suficiente,
y termina diluyéndose en un relato escabroso, originando monstruos y
apariciones que no calzan con la espléndida historia que ha venido tejiendo la
novela. Es posible que la imposición editorial por generar la mayor cantidad de
páginas posibles, malogre muchos best seller de este tipo.
Hay en la novela personajes segundarios
dignos de destacar. Tales como Wireman, Elizabeth Eastlake, Jack, la mujer de
Edargar, Pam y sus hijas. Personajes muy bien dibujados que otorgan dinamismo y
verosimilitud al relato. Wireman, el misterioso abogado que cuida de
Elizabeth, la enigmática anciana hija
del millonario Eastlake, se constituirá en central en la vida de Edgar,
convirtiéndose en un amigo entrañable en su soledad, y posterior búsqueda de los
fantasmas que han rondado y acabado con la vida de Elizabeth y su familia.
En Duna
Key, Stephen King recrea experiencias de primera mano, luego de sufrir -recordemos-
aquel accidente que mantuvo al escritor aislado por largo tiempo. De ahí las
certezas de sus apreciaciones, de sentimientos y emociones que proyecta en
Edgar, el protagonista. De ahí también las reflexiones y miradas del artista,
producto acaso del reposado balance de una prolongada convalecencia.
Miguel de Loyola - Santiago de Chile - Diciembre
del 2016
Comentarios