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Duma Key, de Stephen King.

Duma Key narra la nueva vida de Edgar Freemantle, quien luego de sufrir un grave accidente, perder un brazo, quedar medio cojo, termina transformado en un artista, en un afamado pintor, cuyas primeras obras  consiguen un éxito rotundo. 

La narración se extiende en primera persona más allá de las setecientas páginas, y aunque a este lector le parece que sobran las últimas doscientas, la novela igualmente consigue un nivel interesante, tocando nervios y sensores estéticos de resonancia múltiple. Destaca, por cierto, el desarrollo del lenguaje narrativo que permite al lector conectar sin esfuerzo con la vida de Edgar. El modo de apelar a su vida anterior como otra, como otra vida (a la vivida antes del accidente), genera una sensación de verdad vivencial ecuménica, separando el ayer del hoy mediante paredes visibles.

Edgar, en su vida anterior, ha sido un empresario de la construcción exitoso, ha ganado mucho dinero,  ha tenido un matrimonio estable y dos hijas; sin embargo, tras sufrir el accidente, su mujer lo abandona, y pierde aquel núcleo familiar que hasta entonces ha sido sólido. Es así como huyendo del abandono llega a Florida, frente al Golfo de México, a un sector privilegiado, después de arrendar una casa donde terminará transformado en un artista. La recreación del paisaje circundante, de las puestas de sol, del mar, de la playa que rodea la casa,  alcanza un nivel metafórico relevante.

Ahora bien. La historia exitosa del nuevo artista, intenta fundir, en mi opinión a pie forzado, los acontecimientos relatados como consecuencia de una historia de horror que corre paralela, desvirtuando mucho de lo conseguido hasta las quinientas páginas. Esta historia de terror interpuesta, fantástica y grotesca, no alcanza verosimilitud suficiente, y termina diluyéndose en un relato escabroso, originando monstruos y apariciones que no calzan con la espléndida historia que ha venido tejiendo la novela. Es posible que la imposición editorial por generar la mayor cantidad de páginas posibles, malogre muchos best seller de este tipo.

Hay en la novela personajes segundarios dignos de destacar. Tales como Wireman, Elizabeth Eastlake, Jack, la mujer de Edargar, Pam y sus hijas. Personajes muy bien dibujados que otorgan dinamismo y verosimilitud al relato. Wireman, el misterioso abogado que cuida de Elizabeth,  la enigmática anciana hija del millonario Eastlake, se constituirá en central en la vida de Edgar, convirtiéndose en un amigo entrañable en su soledad, y posterior búsqueda de los fantasmas que han rondado y acabado con la vida de Elizabeth y su familia.

En Duna Key, Stephen King recrea experiencias de primera mano, luego de sufrir -recordemos- aquel accidente que mantuvo al escritor aislado por largo tiempo. De ahí las certezas de sus apreciaciones, de sentimientos y emociones que proyecta en Edgar, el protagonista. De ahí también las reflexiones y miradas del artista, producto acaso del reposado balance de una prolongada convalecencia.



Miguel de Loyola - Santiago de Chile - Diciembre del 2016

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