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Ricardo Piglia, Prisión Perpetua. (In memorian)


El escritor argentino Ricardo Piglia, quizá sea el más legítimo discípulo de Borges. Mediante el uso de una prosa pulcra, libre de retruécanos y yuxtaposiciones, sumerge al lector en aquel plano donde la ficción se funde y confunde con la realidad. Piglia, siguiendo los guiños del maestro, advierte también al lector que el arte de la ficción es un artificio que permite jugar con lo posible y lo imposible, con el ser y la nada, con lo real y lo imaginario, dejando al lector sumido ante el espectáculo fabuloso de la ambivalencia de todos los conceptos.

En Prisión Perpetua, un narrador en primera persona singular cuenta en principio una historia que parece simple, pero luego vemos como va entretejiendo otras hasta convertirse en una Prisión Perpetua. El narrador personaje habla de su situación particular a partir del traslado que sufre su padre por motivos políticos, desde Buenos Aires a Mar del Plata. Una historia que se proyecta como el eje de la narración, por los motivos que fuerzan dicho traslado, y cuyo interés está latente, dada la relevancia histórica del peronismo, causa por la cual se produce la mudanza del doctor, pero la que al cabo no será más que una introducción al verdadero asunto que nos quiere contar: sus conversaciones en el bar Los Dos Mundos con el escritor Steve Ratilff, apodado El Inglés. Un personaje enigmático, radicado en la Argentina por asuntos amorosos, como el joven narrador sabrá después.

De esas conversaciones con Steve, se desprende el argumento principal que no responde al clásico discurrir del relato convencional, entendido en los términos de presentación-nudo-y desenlace.  Sino ajustándose más bien, a la poética de la posmodernidad que postula el fin del autor y el fin del relato, y cuyos destinatarios no son tampoco, ni pueden serlo, los lectores convencionales, sino más bien los propios escritores o estudiantes de literatura, para quienes en definitiva parece escrito el relato, por las cuestiones que allí se discuten en relación al arte de contar.

El joven narrador, expone las supuestas teorías de Steve referidas al arte de narrar: “La mejor historia del mundo es la más fácil de contar”. “La cárcel es una fábrica de relatos”. “Narrar, decía mi padre, es como jugar al póker. Todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad”. “Steve cultivaba el misterio porque sabía que una buena intriga necesita de un mecanismo oculto”. “Construir un espacio entre un acontecimiento y otro acontecimiento, eso es pensar”. Es decir, Prisión Perpetua podría entenderse también como un ensayo en torno al arte de narrar. Hay muchas reflexiones girando en torno a esto, tendientes a explicar el fenómeno en términos de la idea borgeana de un laberinto de infinitas posibilidades, donde resulta más fácil perderse que hallar la salida.

La mecánica de Piglia genera, al estilo de Borges, esa atmósfera de misterio indispensable en toda narración, y además, otra vez al igual que Borges, introduce argumentos policiales, nudos detectivescos,  como telón de fondo, para generar mayor intriga y también mayor sentido a la aparente falta de coherencia de los acontecimientos, consiguiendo así la tensión necesaria en todo relato para despertar el interés del lector.



                                                                                             
Miguel de Loyola - Constitución – Verano de 1992.

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