Nuevamente Enrique Vila - Matas nos sumerge
en su inagotable divagar en torno al oficio del escritor y por extensión, del
artista en general.
Esta vez se trata de un joven principiante que ha huido de
Barcelona a París para escribir su ópera prima, abandonando sus estudios de
abogacía y la casa materna. Instalado en una buhardilla arrendada nada menos
que a la escritora Magarite Duras, vivirá una vida que supone de artista,
financiada a regañadientes por su padre. Se trata pues, del sueño de cualquier
escritor joven en los años 70, cuando todavía los intelectuales de todo el
mundo tenían sus ojos puestos en París, sin sospechar que se comenzaba a vivir
el ocaso de la ciudad Luz.
Vila- Matas es un narrador ingenioso, hábil
para anexar ideas y despierta fácilmente la curiosidad del lector, sobre todo
de aquel lector interesado en asuntos literarios, porque todas las referencias
del narrador, única voz en la historia, hablan de literatura, de obras y autores
conocidos y desconocidos, produciéndose lo que se ha venido a llamar
intertextualidad, diálogo tácito o implícito entre obras literarias de todos
los tiempos. Un concepto instalado por el filólogo ruso Mijail Bajtin a la hora
de establecer lazos entre las obras literarias, aunque el juego ya se conocía
de los tiempos del Quijote, Cervantes quizá haya sido el primero en nuestra
lengua. En esta novela, se dialoga particularmente con Hemingway y su novela Fiesta, por quien el narrador
protagonista confiesa su deseo irresistible de imitar, de parecerse a él hasta
físicamente. También está presente Borges, y una larga lista de escritores que el
joven protagonista ha leído, y aún otros que leerá después, porque la historia
narra su pasado, pero también lo entreteje y lo mezcla con lo que es de suponer
ha vivido después. La novela puede
leerse también como discurso o conferencia de un escritor frente a un público
concreto.
Si bien el fraseo es inteligente y conecta
con los puntos a los que hace referencia, resulta a ratos un tanto agotador
descubrir que a cada momento el narrador intenta hacerse pasar por listo ante
los ojos del lector. La continua recurrencia a autores notables comienza a
cansar, a la espera de una salida original. El protagonista narrador divaga
hasta la última página, hasta terminar la novela que está escribiendo, hasta
quedar a oscuras (la compañía eléctrica le corta la luz por facturas impagas) y
volver a su país.
Miguel de Loyola - Santaiago de Chile -
Mayo del 2017.-
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