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Mas allá del olvido, Patrick Modiano




El manejo del suspenso es una característica de la novela de todos los tiempos; pero los ingleses y franceses son los maestros en ajustar las piezas para que esa maquinaria funcione lo mismo que un reloj. Nada falta, nada sobra, tampoco se extienden latamente para extraviar al lector, como a menudo sucede con la novela española, donde la divagación en muchos casos excede los límites, rompiendo finalmente el engranaje mágico del suspenso.
En Mas allá del olvido, el francés Patrick Modiano, Premio Nobel de Literatura 2014, da una verdadera clase magistral respecto al tratamiento de la intriga, del suspenso, de aquel resorte que despierta por completo todo el interés del lector hasta la última página. Dosifica la entrega de la información de tal manera, que termina siendo el propio lector quien rellena aquello que la novela no dice directamente, pero que va expresando de manera tácita. Modiano va dejando espacios abiertos para ser rellenados por el lector. Sin caer en la tentación de profetizar, concientizar, juzgar, advertir como ocurre normalmente con la novela latinoamericana, siempre cargada de tintas rojas o azules. Sencillamente, la idea es mostrar, perfilar, dejar la historia y sus personajes en completa libertad de acción e interpretación.
La historia de Más allá del olvido, está sujeta al suspenso de no saber quienes son ni qué realmente buscan o pretenden los personajes, y terminará perfilando la ambigüedad a la que están sujetas todas las vidas humanas, lanzadas al vacío de la existencia, o conformadas a llenar sus vidas de fugaces acontecimientos. En Jacqueline, coprotagonista del relato, parece descansar todo el misterio de la novela, en cuanto persona completamente impredecible. Ya lo dijo Nietzsche en Así habló Zaratustra: “Dos cosas quiere el hombre auténtico: peligro y juego. Por ello quiere a la mujer: el más peligroso de los juegos”

El narrador protagonista, de quien desconocemos su nombre, es un joven vendedor de libros cuando conoce a Jacqueline y a Van Bever, su pareja. Se dan cita en un café, donde la pareja es asidua a jugar Flipper. Los tres personajes sobreviven económicamente viviendo en hoteles de mala muerte. No hay proyectos concretos, salvo un sueño que incuba Jacqueline, tener dinero para viajar a Mallorca. Algo que nunca se realizará, o cobrará realidad años después, cuando el narrador vuelva a encontrar a Jacqueline en París con otro nombre.

Brillante desarrollo que cierra el círculo inquietante de la vida de cualquier persona en este mundo. No hay respuestas, no hay salidas, sólo vivir intensamente el trozo que a cada uno le ha tocado.


Miguel de Loyola – Santiago de Chile  - Agosto del 2017.-





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