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Día Internacional del Libro


Ya casi es un cliché hablar del día del libro. Sin embargo, muchos de nuestros políticos adhieren al cliché, o mejor dicho todas las bancadas de izquierda a derecha y sin pestañear se cuadran para el día del libro. Cabe preguntarse por qué, por qué adhieren a una causa que bien sabemos poco o nada les importa. Rara vez se ha visto literatura en el Congreso, ningún escritor chileno ha sido invitado en treinta o cuarenta años a hablar de libros.
Senadores o diputados con un libro en la mano nadie ha visto transitando por las calles, ni menos arrellanado en un sillón de una biblioteca pública. Tampoco los municipales suelen andar con libros bajo el brazo, ni visitar sus propias bibliotecas. Quienes trabajan en el ministerio de Educación, tampoco se caracterizan por andar trayendo libros. En consecuencia, todo esto del día del libro no es más que una Construcción, una mentira de los medios, tendiente a hacer creer -no sabemos a estas alturas a quien- que el libro es importante.  

La tendencia por parte de quienes detentan el poder de apoderarse de ciertos mitos, como este del día del libro, a estas alturas resulta además de conveniente, cómica. ¿Alguien podría imaginar a ministros, secretarios, gobernadores, embajadores leyendo en el Día Internacional del Libro una novela, un cuento, un poema?  Aclaremos que cuando se habla del Día Internacional del Libro, se refiriere a las obras literarias producidas por obra de la imaginación artística. Son esos los libros que celebra la fecha. Los otros, los demás libros, no se incluyen porque tienen un fin estrictamente utilitario. Se leen para saber de esto y de lo otro, economía, ciencia, filosofía, química, matemáticas, etc. En cambio, los libros que llamamos obras literarias no tienen fines mediáticos ni utilitarios de ningún orden, escapan o vuelan muy por encima de esa condición. Apelan al hemisferio mayor del cerebro humano, al laboratorio donde se estimula y se generan los sentimientos que hacen del hombre, un ser humano, distinto a la bestia que lleva dentro.

Pero lo más sorprendente todavía, es que en el día del libro se ignora a quienes los escriben, y se realza el libro en cuanto objeto anónimo. Como si los libros fueran un producto mágico, sacados del sombrero de un mago o de una bruja.

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Abril del 2018.-

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