Cómo conseguir
convocatoria, concurrencia de gente a un espectáculo cultural, parece una de
las urgencias de nuestro tiempo. Es un hecho que cada día escasea más el
público en tales eventos.
La gente ha
perdido por completo el interés, salvo en aquellos directamente vinculados al
asunto. Cabe preguntarse que busca la
gente hoy día, qué ocupa su mente, por qué no le entusiasman los asuntos
culturales. Frente a la primera pregunta, la respuesta parece simple: la gente
busca entretención. En cuanto a la segunda, la respuesta resulta algo más
difícil: la gente tiene la mente saturada de problemas reales o imaginarios. Y
para la tercera, habría que decir que no le entusiasman los asuntos culturales
porque sencillamente no interpretan sus intereses. En consecuencia, toda
convocatoria es inútil, a memos que la actividad cultural sea entretenida,
consiga la evasión de los problemas, e interprete los problemas de la gente. El
teatro, solía cumplir hasta hace algún tiempo tales requisitos, pero hoy por
hoy tampoco lo consigue. No produce la llamada catarsis. Recuerdo las obras
montadas por Ictus antes y durante la dictadura, cuando sí la conseguían.
Cabe recordar
que Tunick, el fotógrafo norteamericano de los desnudos, convocó hace algunos
años en Chile más gente de la que nadie podía imaginar. Una masa impresionante
desbordó el parque Forestal de Santiago a fin de ser retratada por la cámara
del fotógrafo. Se trataba aquí, y por ahí se me ocurre que pasa parte
importante del problema, de sentirse protagonista del espectáculo. En cambio,
en una actividad cultural tradicional, el publico no pasa más allá de ser un
agonista, acorralado en su butaca o en una silla. La posmodernidad sepultó al
espectador pasivo de siglos pasados, dando paso al espectador protagonista. Hoy
ya nadie quiere escuchar al otro, sólo quiere oírse a sí mismo. De ahí la
proliferación de consultas mentales en todo el mundo. El Arte, nuestro arte ya
no conmueve ni interpreta al hombre de nuestro tiempo. Salvo honrosas
excepciones. Todo lo demás, debe replantearse.
Si alguien hoy
día presenta un libro, si no cuenta con el auspicio de una editorial de
renombre y generosa a la hora del cóctel, tengan por seguro que será un
fracaso. Aunque, desde luego, no faltara el amigo o el pariente solidario que
aparezca.
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