Sin embargo, una vez establecido allá muy pronto se dará cuenta que lejos de civilizar aquel misterioso continente, lo que está haciendo Occidente es saquear sus riquezas, imponiendo una barbarie todavía más cruda y violenta que aquella que los europeos, paradojalmente, pretenden terminar.
El
joven Casement descubre así, en su larga estadía en África, el doble discurso manejado por el
capitalismo a fin de expandir su riqueza y poder. Por un lado se habla de
llevar la civilización a un mundo incivilizado, y por otro, una vez allí, se
extrae de él sus riquezas utilizando para tal efecto los medios propios de la
barbarie. Peor aún, de una barbarie vertebrada racionalmente para dominar a
pueblos indefensos. Casement, horrorizado ante tales hechos, y decepcionado de
la civilización, buscara el modo de denunciar tales injusticias, y lo hará
haciéndose cónsul de Inglaterra en esos dominios, y entregando el informe más
acabado sobre la realidad existente en el llamado Congo Belga, tierra que ha
venido a conformar el dominio Belga en África.
Desde
luego, la novela viene a recrear una situación vivida a mediados del siglo XIX,
cuando Europa sale a conquistar nuevos territorios movilizada por el
capitalismo. Casement será enviado al amazonas a investigar el trato que
reciben los aborígenes por parte de una compañía inglesa que comercializa el
caucho extraído por los aborígenes.
La
verdad, la novela maneja más bien tintes históricos que novelescos, toda vez
que busca denunciar las injusticias cometidas por quienes tienen intereses
comerciales en aquellos mundos, y permiten al lector adentrarse en una realidad
distante y ajena, siguiendo acaso el camino de Conrad en su obra monumental: El
corazón de las tinieblas. Hay sin duda vasos comunicantes.
Miguel
de Loyola – Santiago de Chile - 2005
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