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Batalla de Armagedón

 


Hace rato que aquí ya no se puede hablar. Se habla mucho de diálogo, se  insiste con la palabra hasta el cansancio, se aturde con ellas a los más incautos, pero sólo se observa diálogo de sordos, monocorde, repetitivo, inagotable. Se busca a cualquier precio imponer algo, algo que no a todos interesa. Se le otorga la cualidad de necesario, perentorio, decisivo poco menos que para la salvación de la especie humana.

“Una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”, decía el mago de la propaganda nazi. Frase de la cual Stalin se enamoró y aprendió a usarla incluso mejor que el propio Goebbels. Lamentablemente, vivimos tiempos de ignorancia y los pueblos vuelven a dejarse manejar como rebaños. Ahora, otra vez, vuelven a enfrentar a la ciudadanía en dos bandos, en los que sí y en los que no, en los que aprueban versus quienes dasaprueban y viceversa, sin revelar jamás el fondo de la cuestión, los verdaderos intereses existentes por detrás.

Imponer, es lo que se busca, imponer a toda costa una idea, un esquema, una ideología. Pero la realidad se mide en blanco y negro, igual que en los western norteamericanos, donde sólo hay dos bandos. Buenos y malos, no hay espacio para otros, para los normales, para quienes desean vivir en paz, lejos de las odiosidades de quienes buscan detentar el poder, imponerse sobre la masa, tomar el control de los Estados, de las personas y sus riquezas. Las pruebas están a la vista de cualquiera, pero saben vendar los ojos de la gente con slogans cuidadosamente estudiados. Todas promesas falsas, imposibles de cumplir, lejos de la realidad y de los verdaderos intereses de las personas comunes y corrientes. Se instala la batalla bíblica de Armagedón, la batalla entre el bien y el mal.   

¿No fue Sócrates quien dijo: “las mentiras son las mayores asesinas pues matan la verdad”?

La idea principal pareciera ser mantener a las masas en tensión, en estado de guerra permanente contra los otros, inyectando resentimiento y barbarie, mientras se exprime la vida y la libertad de los ciudadanos. No más mesas de diálogo, no más buenos y malos, necesitamos vivir la vida en todo su maravilloso esplendor. Necesitamos la unidad, el consenso, la visión país, unitaria y republicana.

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Mayo del 2022

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