¿Vacío? Sí, me ha dado por sentirme vacío. Sin pasado, presente ni futuro. No estoy, y sin embargo estoy a ratos, por momentos, luego ya no. Me voy, me pierdo en distintas encrucijadas.
No veo un hilo conductor, tengo intenciones de hacer algo, y luego ya no. No hago nada, me da lata, no quiero hacer nada. Mato el tiempo de cualquier manera, viendo westerns añosos, aburridos, sin sentido alguno tampoco. Estoy esperando la carroza. Pero tampoco es cierto. Rara vez pienso en la muerte. Lo que me asusta es la falta de deseos, de pasión, de sexo. Tampoco es una constante. Son oleadas, pensamientos, emociones que van y vienen como las olas, incansables, trasnochadas, continuas. Son latigazos, golpes consecutivos, uno tras otro. Azotes, puntazos, punzadas, aguijones. Mis ideas, mis opiniones, mis juicios, mis anhelos se desintegran de golpe y no queda nada, nada. Se vuelven polvo que se lleva el viento, dejando sólo la sensación de un vacío eterno, como si no hubiese vivido, como si todo el pasado no fuera más que una invención, una mentira lo mismo que el futuro. No fui aquel ser, aquel joven, aquel niño, aquel hombre y tampoco soy ahora este otro ser que se mira, se observa, que rumia palabras, vocablos, recuerdos fracturados, imposibles de pegar y unir en un todo armonioso. No soy nadie, tampoco, una luz, nada. Si tuviera que resumir mi vida, mi ser, no podría hacerlo. Soy un espejo roto en mil pedazos. Una conciencia fracturada. Paralizada, inmóvil en el tiempo y el espacio. No vengo ni voy. Soy apenas un chispazo, un abrir y cerrar de ojos.
Miguel
de Loyola – El Quisco – Año 2023
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