El lugar es una novela de la escritora francesa Annie Arnaux, donde siguiendo su estilo autobiográfico, describe la v ida de su padre a partir del día de su muerte. El relato es descarnado, detalla la situación despojada del dolor natural y propio ante la muerte de un ser querido. Pero aquí “la procesión va por dentro,” como señala la voz narrativa más adelante. Esta forma de narrar, en primera persona distante, casi ajena, desprovista de emociones, es una de las características de la narrativa de Arnaux. Sin embargo, contrariamente a lo que ocurre frente a otros textos narrativos de estilo parecido, Arnaux consigue la inmediata complicidad del lector de una manera sorprendente. Desde luego cabe preguntarse dónde está la maña, dónde está el artificio narrativo para lograr tal efecto. Esta particularidad, es acaso una de las virtudes de su prosa que la han llevado a merecer el Premio Nobel 2022. Narra imponiendo una distancia tal que parece no dejar espacio a las emociones, pero estas aún no dichas, se acumulan silenciosas hasta que explotan en la conciencia del lector, produciendo el llamado goce estético, o el encuentro con una verdad a punto de revelarse, como define R.L. Stevenson dicho efecto estilístico del arte verdadero.
La descripción del padre y su
relación con él, poco a poco termina convirtiéndose en una apología de su vida
entera. Se trasluce el amor de la hija en ese infinito merodear por los
recuerdos de infancia relacionados a su vida junto a él. Deja entrever cuánto
lo ama y admira, pero sin decirlo jamás. La figura del padre va cobrando volumen en el
transcurso del relato sin que el lector logre en principio darse cuenta. Es una
manera de fijar hechos y circunstancias de manera admirable, aunque bastante
compleja de emular. Hechos cotidianos en su mayoría, nada especial. La vida
misma, podría decirse, pero expuestos o descritos de tal manera que se vuelven únicos
e irrepetibles.
Arnaux escribe y describe la vida
tal cual es, sin ninguna pretensión de armar nudos y desenlaces ficticios a la
manera de la novela y el cuento. Aquí tales asuntos han sido reemplazados por otros
recursos, o acaso por la fuerza de la vida misma, por su misterio insondable,
sus alegrías, sus injusticias, sus infortunios… Su padre es de origen campesino, sin sueños
mayores que llevar una vida simple y en paz: “No se puede ser más feliz de lo
que ya se es,” señala por ahí, “vivir le
gustaba cada vez más.”, recuerda ella. Algo
que hoy pocos entienden y entenderán, inmersos en la vorágine de ir siempre más
allá, ignorando e incluso despreciando el presente, el ahora, la felicidad del
día a día. Quizá por eso Arnaux aquí lo
resalta, le brinda este homenaje, pero sin dejar de cuestionar entre líneas los
arquetipos que la sociedad poco a poco va imponiendo a los hombres, a pesar de esa
simpleza natural que transmiten. El anhelo del padre porque su hija sea alguien
en la vida lo delata. La sociedad impone patrones de vida a los individuos muy
a su pesar. “Me había criado para que disfrutara de un lujo que él mismo
desconocía.” Es decir, la contradicción misma.
Annie Arnaux deja así al descubierto
las contradicciones que sostienen el esqueleto psicológico de la personalidad,
apuntando como responsable de ellas a la sociedad, a sus exigencias e
imposiciones.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile
– Julio del 2023
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