Le aseguré a Daisy que hablar español en España era muy fácil, mucho más fácil que en América. Pero no me creyó para nada tal afirmación. Ella temía viajar a España nada más que por eso, por el idioma. No entiendo una sola palabra, pero tengo unas ganas locas de conocer aquel país, sobre todo después de oír las maravillas contadas por mis amigas que han andado alguna vez por allí. No te hagas problema, Daisy, una vez en España te podrás dar cuenta que resulta muy fácil comunicarse con su gente, mucho más que en Francia cuando no sabes francés, mucho más que China, Tailandia, Rusia, por cierto, lenguas completamente desconocidas para nosotros. Sin embargo, pese a mis explicaciones, no había forma de convencerla, y cada verano Daisy, mi gran amiga de Facebook, se quedaba con los deseos de viajar a la península Ibérica, perdiéndose aquel sol maravilloso que cae refulgente y amarillo sobre sus tierras, dorándolas, sonrosándolas.
Mira, le dije la última vez que hablamos por video conferencia, en España apenas sólo necesitas dominar entre seis y siete vocablos y con eso te arreglas perfectamente. Yo estoy pensando en instalarme con una Academia de español para extranjeros, para personas como tú, que temen al idioma y necesitan aprenderlo en un par de días. Te aseguro que me iría muy bien, rematé la afirmación en tono jocoso, haciendo una mueca que pudiera ser graciosa. Porque esa era la idea, hacerla reír, tomar confianza para que se atreviera a aterrizar alguna vez en España, en el país del que había oído mucho hablar, insistía ella en todo momento, pero el cual siempre había temido visitar, a encontrarse a solas en una de sus callejuelas románticas con Don Juan.
Cuando llegues por primera vez a España y
alguien te intercepte y te pregunte algo, sólo tienes que decir No lo
sé, continué. Te aseguro que con esa frase o muletilla resolverás
muchos asuntos aquí. Es casi una frase mágica. Pero venga, hay vocablos que
puedes usar para cualquier cosa que se te ocurra, y todo el mundo te entenderá.
Venga le dices al mozo, al conserje, al dependiente cuando requieras algo o
bien cuando aceptes algo, incluso cuando quieras rechazarlo. Es muy fácil, hombre.
Ese es otro vocablo que puedes emplear indistintamente, ya para nominar a
alguien, bien sea hombre o mujer, o para exclamar admiración, rabia, alegría o
tristeza. Puedes usarla en definitiva para cualquier cosa, guapa. Ah, esa guapa o
guapo ayuda en las relaciones sociales, produciendo inmediatamente cercanía con
las personas. Si le dices guapa o guapo a alguien, de seguro ya cuentas con un
amigo o amiga. Lo mismo ocurre con la palabra maja o majo,
puedes indicar a este o a aquel y todo el mundo te entenderá. También puedes
exclamar arza cuando necesites apurar o detener algo, o cuando vayas a
un Tablado y quieras expresar emoción, solo tienes que balbucear arza, venga,
maja, majo, hombre, vale, guapo, guapa y nadie se enterará por allí que no
hablas una sola gota de español, porque por estos tiempos la lengua española
aquí en España se ha reducido a esas seis o siete palabras que te acabo de
explicar, guapa.
Daisy me contó más adelante que el video ese lo
había vuelto a ver incansablemente, y que cada vez le producía
más risa oírme decir y explicar todo eso con ese tono convincente. Que tenía
cara de actor, de payaso, de embaucador también, porque bien sabía que España
era tierra de burladores, de Don Juanes, lazarillos y todo eso que destila y esparce su literatura
por el mundo entero.
El verano siguiente, Daisy arribó a España y se
hospedó en un hotel de la cadena Eurostars muy bien ubicado, en pleno corazón de
la ciudad, la Plaza Mayor, lugar imperdible para cualquier viajero que quiera
recibir de golpe una primera impresión del país, bajo sus portales añosos y
románticos, es posible imaginar el tránsito de otros siglos, ruido de sables,
sedas, tacones, y palabrejas usadas por entonces, acaso tan típicas como las
que imperan hoy.
Cuando fui a recibir a Daisy al aeropuerto de
Barajas, al primer abrazo me dijo venga, majo, here i am.
Miguel de Loyola – Madrid – Noviembre del 2018
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