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La caverna de José Saramago

La ironía y el sarcasmo de Saramago para cuestionar la realidad, continúa la línea de los grandes maestros clásicos, Gogol, Melville, Kafka...  En La caverna, recrea el drama de un ceramista en medio de la modernidad, cuando sus productos de barro pierden todo valor y son eliminados del mercado.
El mercado es aquí satirizado, nominado como Centro, un gigante fácil de identificar con los llamados mall, los hipermercados, esos grandes centros de consumo y de poder, las nuevas catedrales -sabemos bien- de la modernidad, lugares donde el hombre actual rinde su culto.  
Es notable la maestría y sutileza del Premio Nobel portugués para mostrar al alfarero en su intimidad, en sus conflictos interiores, en esos reticulados de la mente, en sus pensamientos tan hábilmente expresados por un narrador omnisciente, dotado de sensibilidad psicológica inigualable para acotar momentos reveladores de la naturaleza humana. En ese sentido, Saramago no da nunca un paso atrás,  al contrario, avanza y se  hunde en el alma de sus protagonistas para sonsacarle su verdad. Una verdad ecuménica, porque involucra a toda la humanidad, donde el lector se hace parte, sumándose y sintiéndose protagonista también. Hay pasajes verdaderamente maravillosos, donde fluye el devaneo natural de la mente enfrentada a problemas indisolubles, como la viudez, el desempleo, y muy particularmente. la pérdida del valor del trabajo que, para el caso del alfarero de gredas, le da -y le ha dado a todas las generaciones anteriores a la suya-, sentido a su existencia.
La personificación del llamado Centro, como eje motor del cual penden las vidas del hombre actual,  de hecho, los empleados viven allí mismo, en su interior, conformando la estructura granítica de su poderío sobre las almas, a este lector recuerda El castillo, de Kafka; aunque Saramago va todavía más al fondo de la historia en sus pretensiones simbólicas, buscando hacia el final del relato, una clara referencia metafórica con el mito de la caverna de Platón, convirtiendo así a sus personajes y por extensión alegórica al hombre actual, en un espejismo de lo real. En sombras que se disuelven en medio de esa neblina manejada por el poder.   
La tentación de citar párrafos notables de la novela resulta irresistible, donde la expresión contiene verdades de tan obvias, olvidadas en medio de la vorágine del mundo moderno. Léanse algunas:
"es necesario comprender que en las circunnavegaciones de la vida un viraje menos para uno puede ser para otros una tempestad mortal, todo depende del calado del barco y del estado de las velas. "
"lo mas seguro es que la mujer prefiera que el acto amoroso se inicie con una charla pausada, sin prisas, y mientras sea posible ajena a esa idea fija que, semejante a un trompo zumbador, gira en la cabeza del hombre. "
"es sabido que un caballo cojo no lleva recados, o, si los lleva, se arriesga a dejarlos por el camino."
"ya eres bastante mayor para saber que no hay otra manera, aunque lo parezca, no fingimos ante los otros, fingimos ante nosotros mismos."
Cabe señalar también el clima de respeto mutuo existente entre padre e hija, yerno y suegro, mujer y esposo, y en todo el núcleo familiar. La relación afectiva recuerda, ciertamente, aquella atmósfera existente al interior de una familia de provincia, donde el respeto por el otro constituía un valor inquebrantable. Los diálogos sostenidos entre padre e hija, son un ejemplo de entendimiento en estas horas de discordias familiares, y quiebres generacionales. Lo mismo ocurre en los diálogos amorosos, ya entre Isaura y Cipriano Algor, el protagonista: y Marta Algor y Marcial Gacho, el yerno. La ternura conmueve y convence, y nos da esa visión radiográfica de los intersticios del alma humana, donde todavía imperan valores supremos e incorruptibles .
No hay dudas, Saramago en su  literatura hace filosofía, induciendo al lector a la reflexión más profunda, además del goce estético que el discurrir literario produce. La caverna es otro de sus libros alusivos a los problemas de la actualidad. Sus obras, sin duda, constituyen una excepción en medio del desaliento existente en tantos libros inútiles de nuestro siglo.  




Miguel de Loyola - Santiago de Chile - Marzo del 2014

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