La paridad de ambos
equipos quedó manifiesta tras terminar cero a cero. Después, ya lo sabemos
todos, vino la lotería de los penales. Una verdadera ruleta. En el pasado nunca
nos favoreció la suerte, ahora sin embargo, en dos oportunidades, en dos
finales el destino cambió, y se hizo lo que Julito Martínez habría gritado a
viva voz en el estadio Nacional o en cualquier otro campo deportivo del mundo:
¡Justicia divina, justicia divina, señores!
Si, esa es la cuestión, justicia divina
para premiar a los más humildes afuera y en la cancha, a quienes a pesar de los
golpes recibidos, y de las injusticias del arbitraje, supieron mantenerse
serenos hasta el pitazo final. La mayor prueba fue el abandono de Alexis
Sánchez, un héroe que jamás habría dejado el campo de juego y menos aún a su
equipo, pero lo molieron a tal extremo, le dieron tanto y con tanta crudeza,
que no le quedó más que abandonar, mutilado de la pierna izquierda.
El equipo
argentino en cambio no sufrió el partido de la misma manera, siempre protegido
por un árbitro cargado hacia la albiceleste, quien a decir verdad parecía poco
menos guardaespaldas de Messi, el super crack, el mejor del mundo, el favorito
del encuentro. Pero completamente controlado por los defensores chilenos,
particularmente por el Rey Arturo, quien demostró una vez más ser definitivamente
en su puesto el mejor del mundo. Messi no pudo con Vidal, a pesar del árbitro,
y del Tata Martino que daba órdenes al borde de la cancha, azuzando al referí para
que le mostrara la roja. El Rey, sin embargo, supo mantenerse en su cetro,
manteniendo la sangre fría en los momentos más furiosos y candentes del
encuentro.
Fue sin duda un
partido memorable, para recordar a lo largo del tiempo. Dos países hermanos jugando
de igual a igual. Dos países limítrofes y semejantes en tantas cosas. Cuánto le
debemos a los argentinos, cuántos nos han enseñado de fútbol en cincuenta años,
y cuánto tendrán que aprender ahora de nosotros. Porque la soberbia de sus
guerreros, les ha ocasionado una nueva derrota. Sentirse superiores, es sin
duda un defecto que algún día se paga, y se paga caro. Perdieron la copa
Centenario, hecha a medida para argentinos, amigos de triunfos y proezas
deportivas.
Si hay alguien a quien tirar de verdad las orejas después
del encuentro, es al árbitro, quien hizo desde un comienzo lo imposible por
transformarse en protagonista, impidiendo a los equipos desarrollar sus
esquemas y destrezas. Quería sin duda, pasar a la historia, imponerse por sobre
la importancia de ambos. Sin su presencia, con un referí más imparcial y diligente,
sin duda, habríamos sido testigos del mejor espectáculo de futbol de los
últimos tiempos. Porque ambas escuadras tenían mucho que mostrar y enseñar de fútbol en esta final del campeonato
Centenario de la Copa América.
Miguel de
Loyola - Santiago de Chile - 27 de julio del 2016.
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