Córdoba
sorprende al visitante por sus iglesias, levantadas en el hoy llamado Centro
Histórico, porque la ciudad Argentina ha crecido hacia la amplitud del valle
unas veinte veces del plano original. Se trata de construcciones fundadas por
órdenes religiosas asentadas tras la conquista española. Destaca la denominada Manzana Jesuítica, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco,
Junto al
templo se acoplan edificios transformados ahora en museos, que permiten al
visitante una larga exploración histórica de la ciudad, entre otros, está nada
menos que la antigua sede de la Universidad Nacional de Córdoba y su
Residencia.
A sólo cuadras,
desplazándose por amplios paseos peatonales que permiten al visitante un fácil
desplazamiento hacia edificios emblemáticos, se encuentra la Catedral junto a
la plaza San Martín. Un templo imponente por su tamaño, mármoles, pinturas,
marquetería. Otra iglesia imperdible es Capuchinos, cuya arquitectura contrasta
con las restantes por su estilo neogótico, sin duda más moderna. San José de
carmelitas, Sta Catalina de la Sierra, Nuestra Sra. de la Merced, Nuestra
Señora del Carmen, Don Bosco, etc., otorgan a la ciudad una impresión
indudablemente mística, pese al ajetreo
característico de una urbe en constante movimiento. Es una ciudad
antigua, pero joven, he ahí la paradoja de un espacio revalorado por las nuevas
generaciones, gracias a la presencia de las Universidades existentes.
Córdoba fue y
sigue siendo llamada La Docta, porque en 1613 se fundó allí la primera
universidad Argentina, la Universidad Nacional de Córdoba; y acaso más concretamente, por impartir desde entonces
las carreras de Derecho y Medicina. A sus aulas gratuitas, hoy postulan
estudiantes de muchos países de América, particularmente de Chile, Bolivia, Perú.
Muchos de sus alumnos, han sido destacados personeros públicos y hasta
presidentes de la nación.
La ciudad fue
fundada en 1573 por el sevillano Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo, quien le
dio el nombre en honor a su esposa. Sin embargo, su fundador tendría un final
trágico, tras ser condenado a muerte por decreto imperial. Su crimen, fue
fundar la ciudad más al sur de lo previamente establecido. Hecho que nos revela
la ignorancia, tozudez y poderío de la corona española.
En Córdoba hay
también palacios y edificios que no se pueden dejar de visitar. El palacio
Ferreyro, por ejemplo, transformado en Palacio de Bellas Artes. Fue construido
por el doctor Ferreyro para su proyecto familiar, hecho que evidencia la
opulencia alcanzada por esas latitudes por la clase alta. El Palacio de
Justicia, el Palacio 6 de Julio, el Teatro del Libertador, la sede del Banco de
Córdoba, el museo Marqués de Sobremonte, etc. Hay cientos de palacios donde se
puede apreciar la grandeza alcanzada y también la actual, con edificaciones
modernas y espacios públicos generados para dar vida y placer visual a la
ciudad. En el centro, la conjunción de avenidas transversales, originan
espacios de gran belleza y actividad.
Más allá de la
ciudad, también hay mucho que apreciar. Por las llamadas Sierras de Córdoba
existen una serie de villas y pueblos imperdibles, donde todavía reina esa
quietud provinciana que apacigua como sedante el espíritu citadino. Hacia esos
alrededores se vuelven los cordobeses en busca del descanso cada fin de semana.
Por allí se encuentran las llamadas Haciendas Jesuíticas, donde se advierte el
trabajo realizado por la Compañía de Jesús en tiempos remotos. Hoy están
cuidadas como museos, y permiten al visitante un acercamiento íntimo con el
pasado. También hay lagos y ríos por donde corre el agua cristalina que otorga
vigor y alegría al caminante.
En Córdoba, durante
los meses de septiembre y octubre, corre a veces viento huracanado semejante al
patagónico, pero más tibio y terso para la piel y los pulmones. Es el viento de
la pampa que se mete sorpresivamente en la ciudad, llevándose los sombreros
sobrepuestos, despeinando a los transeúntes, arrastrando hojas y papeles de las
calles, oxigenando finalmente la atmósfera de los cientos de automóviles a gas
que circulan por sus calles.
El castellano
pausado y entre cortado de los cordobeses, marca una nota musical que relaja y
distiende la neurosis de quienes llegan por primera vez a un restaurante o
cualquier otro sitio, acelerados. En Córdoba, sin duda, el tiempo transcurre
con más calma, abundan las plazas, parques y paseos. Una caminata por el Parque
Sarmientos, por La Cañada, por el Paseo del Bicentenario, Sobremonte, o de las
Artes y otros, cierran muy bien la tarde.
Miguel de Loyola
- Santiago de Chile - Septiembre del 2016.
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