Roberto Alifano,
escritor, periodista, director de la revista Proa, vice presidente de la SADE
(Sociedad Argentina de Escritores); estuvo el martes 11 en la SECH hablando de
Neruda y Borges. Dos grandes, o de seguro los más grandes poetas de América,
separados por la cordillera de los Andes, pero contemporáneos, casi de una
misma edad. Borges algo mayor, 1899; Neruda, 1904.
¿Se conocieron? Sí, primero a través de Alberto Rojas Jiménez, el poeta que vino volando, con quien -contó Alifano- Borges mantenía relación epistolar. Más tarde, personalmente en Buenos Aires, cuando Neruda llega en calidad de funcionario chileno al consulado de la capital Argentina. No llegaron a ser amigos, los separaba la política, por la cual Neruda mostraba mayor interés y Borges ninguna. Neruda llegó a Buenos Aires en pleno paso de García Lorca, uniéndose al grupo del admirado poeta español que había venido al estreno de su obra. Borges, más quitado de bulla, no se uniría a las huestes del español.
Alifano contó
que antes de conocer a Borges, había conocido a su madre, doña Leonor Acevedo, con quien mantendría amistad hasta su muerte.
Y que tras salir deportado de Chile el 73 hacia su país por la Dictadura, al
año siguiente se había convertido en el secretario de Borges, tarea que
desarrollaría por más de una década. Fue una casualidad - explicó- porque había
salido en busca de una nota para el diario donde trabajaba, y terminó siendo la
persona más cercana al célebre escritor, haciendo de secretario y lazarillo,
porque lo acompañaba a todas partes. Borges en ese entonces ya no veía, o veía
muy poco, sólo algunos fogonazos de luz. Había que leerle en voz alta, escribir sus dictados, corregir sus textos.
Sin embargo -asegura Alifano- Borges no se quejaba de eso, ni tampoco de otra
cosa, tomaba la vida con la misma ironía y humor que caracteriza su obra y su
persona. Es, sin duda, el escritor más literario de todos, sostiene enfático. El
único escritor que mantiene esa línea en su obra completa, concluye muy
convencido. La devoción por el Maestro, en el discípulo es clara, se traduce hasta
en ciertos ademanes, y en el tono de voz que recuerdan al propio Borges en
persona.
La tertulia se
prolongó por cerca de dos horas, en medio del silencio más absoluto que reinaba
a esa hora en la ciudad de Santiago, porque en ese mismo momento la selección
chilena de fútbol jugaba un partido trascendental en el estadio. Un deporte que
Borges detestaba completamente, lo mismo que el tango, sin embargo escribió varios
-aclara el secretario- al punto que Astor
Piazzolla se interesaría en musicalizarlos.
Son cerca de las
21:00 horas y la memoria privilegiada de Alifano permite a la concurrencia oír
la letra completa de uno de los tangos compuestos por Borges, Jacinto Chiclana, también de algunos
poemas, y no sólo de Borges. De Neruda recuerda otros tantos. Al Poeta lo
conoció personalmente, primero con motivo de una entrevista, luego mantendrían
amistad. Asegura haber alojado en la casa de Isla Negra unas cuantas veces
invitado por Neruda. Por eso, tras su deceso en 1973, sería uno de los oradores
del funeral. Hay fotos en los diarios de la época que lo recuerdan, y también
está el texto completo de aquel discurso.
Neruda y Borges
son inimitables, son seres que se dan muy de tanto en tanto, cada trescientos o
cuatrocientos años, por decir algo, afirma el secretario, esbozando una sonrisa
complaciente. No hay dudas que es un devoto de la poesía de ambos, y también de
otros, porque de paso recuerda a Nicanor, de quien -no faltaba más- recita el
poema Es olvido.
La tertulia
finaliza con aplausos, porque Roberto Alifano ha encantado a los concurrentes,
hablando de lo que sabe, y de lo vivido. Como secretario de Borges, indudablemente, no
puede saber poco, conoce los entretelones, peripecias y desvelos de uno de los
más célebres escritores de nuestro tiempo
.
Miguel de Loyola
- Santiago de Chile - 11 de Octubre del 2016
Comentarios