He aquí un ensayo memorable, que hoy por
hoy llegaría al hueso de muchos desencantados. Publicado en 1918, interpreta
las vanidades artísticas, de los aristas de todos los tiempos. Nosotros, por
cierto, vivimos la era del desencanto, del llanto y la frustración egocéntrica,
acaso porque alguna vez pensamos -o nos hicieron pensar- que seríamos
inmortales o famosos, que lo bueno o lo mejor, se hallaba justo al otro lado,
en la rivera opuesta, y aprendimos así a codiciar la otra y a despreciar la
nuestra.
"He aquí todo inútil, de pronto, todo vano y sin sentido, todo
vano e incierto, menos nuestra congoja...", nos confirma Assens, mientras
poco a poco comienza a jugar y a reírse sutilmente de nuestras fatalidades, y a mostrarnos la inmensa divinidad del
fracaso.
Cuidado, amigos, el fracaso también puede
ser divino, es lo que nos plantea Assens. Borges, señala como uno de sus
maestros al autor de dicho ensayo: "Yo he conocido muchos hombres de talento,
pero de genio sólo recuerdo tres, y uno de ellos es ciertamente Rafael Cansino
Assens." La mirada desprejuiciada de Borges, tal vez se deba a la
influencia de este escritor español que supo plantear abiertamente las
ruindades que no dejan a los artistas ver la luz, y terminan ahogándose en el
fracaso.
Miguel de Loyola - Constitución - 1992
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