En estas elecciones que se
avecinan, y en otras anteriores, está claro que los escritores no tenemos arte
ni parte. Fuimos desterrados de la cosa pública por la dictadura, pero tampoco
la democracia
nos ha devuelto la palabra. Ninguna injerencia tenemos, por ejemplo, en
el Premio Nacional de Literatura, cuando debiéramos tenerla toda.
Al parecer, la
política de los organismos de poder, del poder institucional, es mantener a los
escritores recluidos en pequeños guetos, aislados y distantes, por temor a la
palabra. La palabra que denuncia, juzga, critica, y al decir de Huidobro: crea
mundos. Se ha creado un ministerio de cultura para velar por ella, por la
cultura, como si se tratara de un difunto. Y es cierto, porque no levanta, no
resucita, y sigue muerta, a pesar de becas y subsidios, haciéndose evidente que
ese no es el camino, pero permite conservar el silencio y la distancia perfecta.
Los escritores en Chile necesitamos
recobrar la palabra usurpada, reprimida, prohibida, para volver a expresarnos, para
decir unas cuantas verdades que hacen falta. No para velar por la cultura, sino
para resucitarla, expulsando primero que nada a los mercaderes del templo, restituyendo
la dignidad y la nobleza al oficio de las Letras. Oficio al fin, tan antiguo
como el hombre mismo, pero subvalorado en estos tiempos de imperativos
mediáticos, de control y dominio masivo, vía institucional. La cultura no
necesita guardianes, se cuida sola, porque pervive en el inconsciente
colectivo.
Miguel de Loyola – Santiago de
Chile – Noviembre del 2017
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