Corre, conejo (1960) fue la novela que puso al escritor norteamericano John Updike en un primer plano. Luego, debido acaso al éxito alcanzado, el autor creó una saga en torno al protagonista, Harry Angstrom, apodado Conejo. Se trata de un ex campeón de balón sesto desencantado de su mujer, dedicado ahora a la rutinaria venta de electrodomésticos. Harry sale un día de su casa a comprar tabaco y no regresa en varios meses, mientras su esposa Janice espera su segundo hijo.
La
historia en principio parece sencilla, cuenta en tono desenfadado como ha sido
hasta entonces la vida de Jack, quien a la sazón bordea los treinta años, pero
poco a poco la novela va adquiriendo espesor psicológico y la tensión
suficiente para mantener expectante al lector por conocer el desenlace. El
personaje encarna los conflictos de la sociedad norteamericana de la época,
cuestionando los paradigmas que la rigen, sus cambios y consecuencias.
Updike
comienza el relato con una escapada del protagonista que recuerda claramente la
novela En el camino, de Jack Kerowac, con la diferencia que aquí Jack
regresa al día siguiente a la ciudad de origen, en parte arrepentido de su
arrebato, pero con pretensiones claras de llevar una vida distinta. Ha perdido
el amor y el interés por su esposa.
La
novela pone en cuestión asuntos amorosos que comienzan a ocupar el primer plano
de la sociedad norteamericana, la sexualidad y su importancia en el matrimonio.
Un asunto que a la fecha pocos narradores tocaban de manera directa. Updike incursiona
en detalle los planos más íntimos, pulsando teclas del inconsciente colectivo
masculino, hasta revelar y poner al descubierto verdades hasta entonces implícitas,
pero jamás explícitas paso a paso. Hay por cierto otros motivos dando vueltas
que tensan las cuerdas de la historia, pero que se originan a partir de un
mismo centro.
Cabe
recordar que las novelas de John Updike exploran las pasiones humanas, el sexo,
la fe, la muerte, la razón de la existencia, los conflictos generacionales…, y
en su primera novela lo vemos dando el primer paso hacia la exploración de
tales asuntos con precisión y audacia. En consecuencia, Jack encarna al
prototipo del joven norteamericano marcado por los arquetipos morales
cristianos que dan pie a la conciencia culposa, privando -puede inferirse- a
hombres y mujeres del placer. La renuncia de Jack a tales modelos, anticipa la
revolución hippie que ya viene gestándose en los Estados Unidos, donde la
práctica del amor libre será una de sus principales alcances.
La
presencia persistente del sacerdote Eccles en la vida de Conejo tras su fuga,
quien hará todo lo posible por devolver la oveja descarriada al rebaño, muestra
muy bien los mecanismos rectores que rigen y modelan todavía a la sociedad de
entonces. Lo mismo sucede con la figura del entrenador de baloncesto de su
juventud, persona a quien Jack acude primero que a nadie buscando amparo y consejo.
Ambas figuras representan los pilares que todavía sostienen la moral y las costumbres
sociales, pero ya en plena decadencia. Ambos modelos están en crisis en medio
de una sociedad encaminada hacia nuevos objetivos, hacia nuevas formas de
libertad. El nuevo prototipo de hombre será Jack, un hombre en transición, un Conejo
que corre buscando guarida, porque ha perdido la confianza en sí mismo.
Corre,
Conejo, es una novela que interpreta de manera alegórica
aquel impulso que parece ser una constante en la vida de cualquier hombre. La
necesidad de huir, huir hacia el refugio pero también hacia lo desconocido,
asfixiado por la realidad, siempre adversa y aplastante; creyendo que la fuga o
el refugio lo librará de los avatares de la existencia rutinaria en la que se
encuentra atrapado.
Miguel
de Loyola – Santiago de Chile
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