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El libro de mi madre, Albert Cohen

 


El escritor francés Albert Cohen escribe un sentido homenaje a su madre en un libro titulado: El libro de mi madre. Se trata de una elegía en prosa a la muerte de la madre. Un texto de reflexiones y recuerdos que evocan momentos y situaciones vividas en el pasado junto a la madre, pero sin darle vida ni voz propia al personaje de un modo novelesco. El libro no desarrolla un decurso narrativo, no hay una trama tendiente a generar un conflicto. Sino un largo discurrir sobre la muerte y por antonomasia, sobre la vida a partir de la muerte de la madre.  

 

El libro impresiona por sus reflexiones, pragmáticas, precisas, patéticas: “Que solos estamos los dos, tú en tu tierra, yo en mi habitación. Yo, un poco muerto entre los vivos, tú, un poco viva entre los muertos.”, “Llorar a la madre es llorar la infancia.”, “Tu hijo murió al mismo tiempo que tú.”, “Vino (la madre), no comprendió nada y se fue.”  “Me moriré. Pronto no habrá más yo” “No quiero que esté muerta. Quiero una esperanza, pido una esperanza.”

 

En estos tiempos, cuando alejamos la muerte todo lo posible, como si se tratara de algo ajeno a la vida, las reflexiones de Albert Cohen conducen a tomar conciencia de ella, en  tanto hecho inevitable, desconcertante, irreparable. La conciencia de eso, debiera llevar a los hijos a vivir de otra manera su relación con la madre, pareciera querer decir el autor, a cuidar por su salud y bienestar, para no padecer en el futuro el peso de una conciencia culposa. Habría que señalar que madre e hijo son de ascendencia judía y acaso de allí el cuestionamiento a fondo de la culpa.

 

La elegía conforme celebra el recuerdo, al mismo tiempo asesta duros golpes de culpabilidad que remecen la conciencia, no sabemos si para bien o para mal. “Pecado de vida por doquier. Mi madre ha muerto, pero me fijo en la belleza de las mujeres.” “Mi madre ha muerto, pero tengo hambre.” “Mi mirada ojerosa ostenta el luto por mi madre, pero quiero vivir.” Va señalando así la falta de congruencia entre la vida y la muerte, confrontando el absurdo de una y otra. “Lo tremendo que tienen los muertos es que están tan vivos.”

El libro de mi madre enternece y a la vez despierta dolor y desconcierto. “Y a nuestros muertos los olvidamos pronto.”  “¿Para qué tanto trajín, si la tierra pesa ahora sobre ella, imperturbable?” El cuestionamiento es constante, negativo, descarnado, culposo, deja en evidencia la falta de sentido de quien no cree en algo más allá de la muerte.

 

Concluye la elegía aconsejando: “Hijos de madres aún vivas, no olvidéis que vuestra madres son mortales. “Pero nada me devolverá a mi madre, nada me devolverá a la que respondía al nombre de mamá, a la que respondía siempre y acudía tan aprisa al dulce nombre de mamá.”

 

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Marzo del 2021

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