supuesto colegio de monjas dijeron al momento de hacer la reserva, aunque de monjas enseñaron poco, parecían más bien egresadas de un colegio francés del 68 por lo desinhibidas.
Deben haber sido unas sesenta carmelitas
revoloteando por la disco, revolucionando el ambiente, bailando en patota, exigiendo
al DJ música exclusiva de su época, algo que por lógica no se puede hacer, a
menos que alguien arriende la disco completa una noche. El dueño en contadas
ocasiones lo ha hecho, pero va contra los principios del lugar, contra las
reglas propias ha dicho. En eso suele ser muy riguroso, y acaso a eso se debe
el éxito del recinto. Además los viernes suele haber mucho público circulando, ese
día no cabía la gente. Seguro convocada por el correo de las brujas. Sucede que
cuando llegan grupos grandes de mujeres, los hombres se pasan el dato. Se corre
rapidito la voz que habrán divorciadas para todos los gustos dispuestas a
cualquier cosa. Lo comentan relamiéndose la lengua como lobos hambrientos. Saben
que las mujeres en grupos se desatan, sobre todo las cuarentonas. Después de un
trago comienzan a tomar conciencia que ya les queda poco tiempo para enamorar a
los hombres con la misma facilidad de antes. Es la triste realidad, aunque hay
tontas que no se dan cuenta y siguen creyendo que la pegan hasta viejas, pero
terminan haciendo el soberano ridículo en todas partes. Se visten como si
fueran jóvenes cuando más bien parecen esperpentos. No entienden nunca que a los
hombres les gustan las cabras jóvenes, y mientras más viejos peor, se van
derechito a las jovencitas, a las otras las hacen a un lado, aunque sean
todavía atractivas. Cabe preguntarse cuál es el motivo, cuál es la causa, porque
con las mujeres no ocurre lo mismo, la mayoría prefiere hombres de su misma
edad, incluso algunas optan por los más viejos. Son pocas a quienes les gustan
los mocosos. Eso lo vemos a diario en la Disco, no hay que estudiar psicología en
alguna universidad para darse cuenta de tales asuntos. Son contadas las mujeres
que escogen a los jovencitos, prefieren siempre a los tipos maduros. Raquel opina
que se debe a que las mujeres necesitan un punto de apoyo, alguien con quien sentirse
más seguras, en cambio los hombres requieren todo lo contrario para no
comprometerse. Así pueden seguir picando en todas partes. Raquel tiene una idea
todavía peor a la mía respecto a los hombres. Los mira siempre con odio y desprecio.
Ha dicho que dejó de creer en ellos cuando cumplió trece años y un tío abusó de
ella.
El caso es que esa noche no
paraban de revolverla, haciendo coreografías cuando el DJ calaba el ambiente
con algún tema característico de su época. Myriam, la presidenta, la llamaban
bromeando, llevaba la batuta. Desde arriba de la tarima las dirigía como si se
tratara de una perfecta monitora de espectáculos nocturnos. Las hacía moverse
de una lado para el otro, para allá, para acá, para arriba, para abajo, configurando una coreografía semejante a los
tiempos de Música Libre, de aquel programa televisivo de los 70´ donde los
jóvenes bailaban los temas más populares del momento, conmocionando a la
juventud de todo un país. Algunas todavía recordaban los pasitos que hacía esta
o aquella muchacha de esa época. De Isabel, las más popular entonces, el papel
lo hacía Myriam, por supuesto, cuyo cuerpo se parecía bastante. La tipa tenía
lindas piernas y una cabellera negra que recordaba a la muchacha que había
destrozado más corazones en esos años. Los jovencitos se volvían locos por
ella, era sin duda la chica más sexy del grupo, acaso la primera mujer en la
televisión que enseñaba sus piernas. Había también varias Aracelis dando vuelta
por la pista, rubias y pacatas como lo parecía esa chica entonces, la típica gatita
que se hace la lesa pero termina siendo siempre más diabla que las otras. Sus
rostros traslucían sus ensueños de entonces, sus fantasías amorosas. Algunas
todavía bailaban con la misma naturalidad de las adolescentes que habían sido, otras
en cambio dejaban al descubierto cierto aire de mofa. No faltó tampoco esa
noche la que se puso un yumper escolar y unas trenzas, causando verdadera conmoción
entre los hombres, los tipos chillaban como locos.
De pronto Myriam armó con
algunas un tren al medio de la pista, y la Disco entera enganchó poco a poco con
la jugarreta. Los tipos se pegaron como lapas a la cintura de las novicias, y
no hubo ninguna que quedó después sin pareja. Hasta las feas agarraron esa
noche compañero. La Disco 40 ardía a las dos de la mañana, la música estallaba
por los parlantes alentando a la gente, reactivando los recuerdos dormidos
durante décadas. La música tiene ese don de despertar las mismas emociones
vividas en el pasado, provocando alegría y también nostalgia. Ninguna de las
chicas pensaba en irse, ni menos en sus maridos o en sus hijos, habían vuelto a
ser jóvenes esa noche. Tampoco faltaron los romances clandestinos, los
intercambios telefónicos, las promesas para el próximo viernes o para el día
siguiente. Más de alguna terminaría en un motel, sobre todo las separadas, las libres
de compromisos.
La despensa del bar se quedó
sin champaña esa noche, las colegialas arrasaron con el stock existente. Al
tipo que se le ocurrió decir que el champaña no engordaba, la viñas deben
haberle pagado una fortuna. Ahora las mujeres ya no toman otra cosa para
cuidarse la silueta. Una prueba más para confirmar que la publicidad vende,
aunque de cierto no tenga nada. Lo importante es crear la ilusión de algo en la
mente de la gente, y es lo que sucede en la Disco. La gente vuelve a sentirse
joven, a soñar otra vez como antes. Eso es lo que me encanta de este sitio. Ver
a la gente feliz termina por entusiasmar hasta al más triste. A veces llegamos
aquí de mal humor, cansadas, deprimidas, pero a medida que prende la fiesta nos
vamos animando, y al final nos vamos felices.
Miguel de Loyola
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