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DISCO 40 - 3


El viernes pasado se juntó un grupo enorme de ex compañeras de colegio en la Disco. De un

supuesto colegio de monjas dijeron al momento de hacer la reserva, aunque de monjas enseñaron poco, 
 parecían más bien egresadas de un colegio francés del 68 por lo desinhibidas.
Las colegialas bordeaban los cuarenta años, y muchas lucían todavía regias, interesantes, de seguro la mayoría con un buen pasar. Bien vestidas, bien peinadas, muchas lucían la clásica melena lisa con visos rubios que ha terminado por uniformar a las mujeres en los últimos tiempos. Pelo light, denominan ahora ese estilo de pelo que se ha impuesto por sobre  los risos que antaño enloquecían a hombres y mujeres. Esa noche relucían las melenas rubias en la pista.

Deben haber sido unas sesenta carmelitas revoloteando por la disco, revolucionando el ambiente, bailando en patota, exigiendo al DJ música exclusiva de su época, algo que por lógica no se puede hacer, a menos que alguien arriende la disco completa una noche. El dueño en contadas ocasiones lo ha hecho, pero va contra los principios del lugar, contra las reglas propias ha dicho. En eso suele ser muy riguroso, y acaso a eso se debe el éxito del recinto. Además los viernes suele haber mucho público circulando, ese día no cabía la gente. Seguro convocada por el correo de las brujas. Sucede que cuando llegan grupos grandes de mujeres, los hombres se pasan el dato. Se corre rapidito la voz que habrán divorciadas para todos los gustos dispuestas a cualquier cosa. Lo comentan relamiéndose la lengua como lobos hambrientos. Saben que las mujeres en grupos se desatan, sobre todo las cuarentonas. Después de un trago comienzan a tomar conciencia que ya les queda poco tiempo para enamorar a los hombres con la misma facilidad de antes. Es la triste realidad, aunque hay tontas que no se dan cuenta y siguen creyendo que la pegan hasta viejas, pero terminan haciendo el soberano ridículo en todas partes. Se visten como si fueran jóvenes cuando más bien parecen esperpentos. No entienden nunca que a los hombres les gustan las cabras jóvenes, y mientras más viejos peor, se van derechito a las jovencitas, a las otras las hacen a un lado, aunque sean todavía atractivas. Cabe preguntarse cuál es el motivo, cuál es la causa, porque con las mujeres no ocurre lo mismo, la mayoría prefiere hombres de su misma edad, incluso algunas optan por los más viejos. Son pocas a quienes les gustan los mocosos. Eso lo vemos a diario en la Disco, no hay que estudiar psicología en alguna universidad para darse cuenta de tales asuntos. Son contadas las mujeres que escogen a los jovencitos, prefieren siempre a los tipos maduros. Raquel opina que se debe a que las mujeres necesitan un punto de apoyo, alguien con quien sentirse más seguras, en cambio los hombres requieren todo lo contrario para no comprometerse. Así pueden seguir picando en todas partes. Raquel tiene una idea todavía peor a la mía respecto a los hombres. Los mira siempre con odio y desprecio. Ha dicho que dejó de creer en ellos cuando cumplió trece años y un tío abusó de ella.   

El caso es que esa noche no paraban de revolverla, haciendo coreografías cuando el DJ calaba el ambiente con algún tema característico de su época. Myriam, la presidenta, la llamaban bromeando, llevaba la batuta. Desde arriba de la tarima las dirigía como si se tratara de una perfecta monitora de espectáculos nocturnos. Las hacía moverse de una lado para el otro, para allá, para acá, para arriba, para abajo,  configurando una coreografía semejante a los tiempos de Música Libre, de aquel programa televisivo de los 70´ donde los jóvenes bailaban los temas más populares del momento, conmocionando a la juventud de todo un país. Algunas todavía recordaban los pasitos que hacía esta o aquella muchacha de esa época. De Isabel, las más popular entonces, el papel lo hacía Myriam, por supuesto, cuyo cuerpo se parecía bastante. La tipa tenía lindas piernas y una cabellera negra que recordaba a la muchacha que había destrozado más corazones en esos años. Los jovencitos se volvían locos por ella, era sin duda la chica más sexy del grupo, acaso la primera mujer en la televisión que enseñaba sus piernas. Había también varias Aracelis dando vuelta por la pista, rubias y pacatas como lo parecía esa chica entonces, la típica gatita que se hace la lesa pero termina siendo siempre más diabla que las otras. Sus rostros traslucían sus ensueños de entonces, sus fantasías amorosas. Algunas todavía bailaban con la misma naturalidad de las adolescentes que habían sido, otras en cambio dejaban al descubierto cierto aire de mofa. No faltó tampoco esa noche la que se puso un yumper escolar y unas trenzas, causando verdadera conmoción entre los hombres, los tipos chillaban como locos.   

De pronto Myriam armó con algunas un tren al medio de la pista, y la Disco entera enganchó poco a poco con la jugarreta. Los tipos se pegaron como lapas a la cintura de las novicias, y no hubo ninguna que quedó después sin pareja. Hasta las feas agarraron esa noche compañero. La Disco 40 ardía a las dos de la mañana, la música estallaba por los parlantes alentando a la gente, reactivando los recuerdos dormidos durante décadas. La música tiene ese don de despertar las mismas emociones vividas en el pasado, provocando alegría y también nostalgia. Ninguna de las chicas pensaba en irse, ni menos en sus maridos o en sus hijos, habían vuelto a ser jóvenes esa noche. Tampoco faltaron los romances clandestinos, los intercambios telefónicos, las promesas para el próximo viernes o para el día siguiente. Más de alguna terminaría en un motel, sobre todo las separadas, las libres de compromisos.  

La despensa del bar se quedó sin champaña esa noche, las colegialas arrasaron con el stock existente. Al tipo que se le ocurrió decir que el champaña no engordaba, la viñas deben haberle pagado una fortuna. Ahora las mujeres ya no toman otra cosa para cuidarse la silueta. Una prueba más para confirmar que la publicidad vende, aunque de cierto no tenga nada. Lo importante es crear la ilusión de algo en la mente de la gente, y es lo que sucede en la Disco. La gente vuelve a sentirse joven, a soñar otra vez como antes. Eso es lo que me encanta de este sitio. Ver a la gente feliz termina por entusiasmar hasta al más triste. A veces llegamos aquí de mal humor, cansadas, deprimidas, pero a medida que prende la fiesta nos vamos animando, y al final nos vamos felices. 

Miguel de Loyola 

 ( Continuará )

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