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La inquietante realidad: exceso de poder

 


Se vive hace rato un clima de creciente inestabilidad política y social en el mundo, una incertidumbre  que en vez de atenuarse sigue aumentando, sigue creciendo, generando un clima inquietante. Cabe preguntarse qué ha pasado, qué está pasando, en que va a terminar. Los gobiernos de turno en vez de aquietar las aguas, hacen primero que nada su negocio y luego se largan sin resolver ninguno de los problemas de fondo que afectan a los ciudadanos. El problema de seguridad, salud, educación, jubilación, etc. Asuntos que a juicio de algunos debiera resolver el Mercado y a juicio de otros el Estado, pero hemos visto de la mano de la experiencia que por ninguna de estas vías parece posible hallar soluciones definitivas a tales asuntos.

El Mercado es inhumano, y el Estado también, ambos convierten a los individuos en insectos  insignificantes. Basta ir a reclamar algo a alguna compañía grande, o a una institución del Estado para convencerse que los individuos no somos más que bichos sin importancia.  Sin embargo, cabe reconocer que el Mercado tiene algunas ventajas sobre el Estado respecto a la libertad individual, toda vez que crece y desarrolla creando movilidad laboral y social. El Estado, por el contrario, cuando crece termina coartando las libertades individuales tras la apropiación de todos los bienes y servicios que benefician sólo a sus colaboradores más cercanos y dejando al resto preso en una red de leyes desquiciantes. Así, ninguna de las dos alternativas se proyecta como una solución definitiva. Es indispensable hallar otra, o bien fusionar ambas, pero las clases gobernantes no están dispuestas a tales negociaciones, prefieren mantenerse en sus líneas respectivas a fin de no perder o poner en juego sus intereses. 

En consecuencia, está visto que aquí ya no se trata de un problema ideológico, en el sentido de esgrimir una ideología para salvar al mundo, como lo fuera hasta fines del siglo pasado. Lo que los políticos buscan hoy, todavía  mucho más que ayer, es el poder total, entronizarse en la clase gobernante y gozar de los privilegios que la acompañan. Privilegios que, como se ha visto durante las últimas décadas, siguen creciendo, ya no sólo gozan de un buen status, ganan también mucho dinero, tienen acceso a beneficios imposibles de alcanzar en otros ámbitos del quehacer humano, sus puestos de trabajo no están sujetos a las leyes oscilantes del mercado, aún cuando la economía del país ande por el suelo. Las arcas estatales no quiebran y pagan sueldos que no dice relación alguna con las entradas o ganancias. En ese sentido, hay un desorden brutal, pero nadie pone el dedo ahí, ni lo pondrá jamás en esa llaga. En las últimas décadas se ha silenciado el llamado Cuarto Poder tras involucrarlo como parte de la clase gobernante, y en consecuencia, ya no hay medios comunicacionales independientes para llevar a cabo tales trabajos de aseo. El exceso de poder alcanzado por la clase gobernante, y sonsacado a los ciudadanos mediante parafernalias electorales,  permite eso y mucho más. No hay límite, y esa es la cuestión fundamental. No hay límites, y por el contrario, se siguen dictando leyes cuyos únicos beneficiarios son ellos mismos.

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Marzo del 2023

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