Ir al contenido principal

Del precio de los libros y otros menjunjes

 


A menudo se oye decir que los libros son caros, demasiado caros, que no deberían pagar iva, que debieran ser poco menos que gratis… Una serie de argumentos que se arguyen para, en definitiva, justificar la falta de lectura que viene empobreciendo la cultura del país desde hace ya varias décadas. En mi opinión, el problema de falta de lectura es otro, muy lejos y distinto a esos lugares comunes, manoseados y repetidos de tanto en tanto. Ninguno de esos argumentos apunta a la raíz del asunto, sino como siempre a sus ramas. Aquí no se lee sencillamente porque se perdió su valor al interior de la comunidad. Y porque tampoco existe ningún plan tendiente a recuperar de verdad los hábitos de lectura.  Está visto que leer no favorece a los gobiernos. Está probado que quienes leen son los únicos capaces de pensar por sí mismos, al margen de la masa que suele seguir la corriente. Y si no existe interés de quienes detentan el poder, es decir, de quienes poseen los medios y mecanismos para tomar medidas definitivas al respecto, no habrá jamás un cambio significativo. Hemos oído siempre promesas al respecto en períodos de elecciones, promesas que luego con el poder en la mano se olvidan.

En consecuencia, no es el precio de los libros, sino la inversión de valores en que vivimos. Un libro siempre será un bien barato en relación a muchos otros en que se bota dinero a montones. Además, se trata de un objeto imperecedero, puede durar toda una vida si se cuida. Si se compara con el dinero derrochado por  la juventud en conciertos, festivales musicales, en juegos y dispositivos electrónicos, el libro vale una bicoca. Si se compara con el dinero que gasta la gente en comilonas en restaurantes, o en compra de licores y vinos, los libros son regalados. Ni hablar del consumo de  medicamentos… Pero, evidentemente, la gente no lo entiende así, ni lo entenderá nunca. Es el sistema el que ha sacado al libro de su jerarquía, y por eso se habla de carestía. Y doy por seguro que si los regalaran, como proponen ilusamente algunos, tampoco mejoraría el interés por la lectura. Bastaría hacer un sondeo con aquel polémico maletín de libros repartido hace algunos años para comprobarlo.

El problema pasa por las malas políticas públicas en ese sentido. El país cuenta desde hace unos treinta años nada menos que con un Ministerio de la Cultura que reparte dinero por doquier, pero por lo visto de nada ha servido en bien de la lectura. Basta asistir a la presentación de un libro para convencerse de la falta de interés y hasta del desprecio por los libros. Si no hay un plan serio que de verdad busque mejorar los hábitos de lectura, los índices seguirán cayendo, y seguirán siendo caros los libros.

 

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Noviembre del 2023



Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Dónde están esas voces de protesta?

“El apoyo estatal a la literatura es la forma estatalmente encubierta de la liquidación estatal de la literatura.” Estas palabras pronunciadas por el protagonista de la novela Liquidación , de Irme Kertész. a propósito de su situación particular como editor de una editorial estatal, parecen bastante desconcertantes. Cabe sentarse a reflexionar en tornos a sus implicancias. Desde luego, acotan una realidad que hoy no está lejos de la nuestra.

Novela: Despedida de Soltero

"La Invitación, la víspera y la despedida son las tres partes de esta novela humana y despiadada que cautiva con la comedia y el horror cotidiano. Los demonios y obsesiones de Miguel de Loyola -el deterioro, lo grotesco, la angustia famélica, el tiempo- son los fantasmas de toda la humanidad. Tua res agitur. Esta novela trata de ti y de los que te rodean. ¿Prepárate!". Jaime Hagel Echeñique

Fragmento de novela inédita: Motivos Sentimentales

Capítulo 14 Esa noche Octavio encontró a su mujer durmiendo destapada sobre la cama. Tuvo entonces la intención de abrigarla. Pero no lo hizo por temor a despertarla. Diamela pasaba a veces por temporadas de sueño ligero y cualquier ruido extraño conseguía despertarla abruptamente, con el consiguiente mal humor que suele sobrevenir después, y en el caso concreto suyo podía alcanzar niveles patológicos. Prefería en esa ocasión verla durmiendo, aparentemente tranquila. Y acaso por primera vez durante su vida matrimonial, Octavio se encontró a sí mismo en medio del silencio y la soledad de la habitación, observándola dormir. Sólo entonces, como saliendo de un estado de aturdimiento general -en el cual hubiese estado sumido por largos años-, poco a poco comenzó a tomar cierto grado de conciencia de los estragos causados por los años en el cuerpo de Diamela, ayer maravilloso y angelical como nadie mejor que él lo podía recordar.