La narrativa de Javier Marías resulta bastante peculiar, integra estilos ayer muy distintos y claramente separados, funde en la mayoría de sus obras el relato sentimental con la novela policial y de espionaje, han dicho los críticos, y yo agregaría también el relato psicológico, por sobretodo; siguiendo la línea de un Henry James, a quien hoy poco se nombra. Sin embargo, me parece un referente esencial, sobre todo para los escritores adscritos a la literatura inglesa, como es el caso de Marías, quien estudió en Oxford, siendo además después profesor allí, traductor también de varias obras al español, y un admirador inveterado de Shakespeare.
La impronta de Henry James en su
novela Berta Isla concretamente, resulta indesmentible, por el tono y la
forma de adentrarse en la psicología de sus personajes. La primera persona
singular en la voz del narrador, por cierto, no fue nunca la de Henry James,
como si lo ha sido siempre, o casi siempre, la de Javier Marías; una
perspectiva bastante común en la novela de los últimos tiempos. La cercanía de
la primera persona parece ser hoy la más atractiva para el lector, un aliciente
que ayuda a leer, sobre todo cuando quien lee ansia hoy más que ayer ser
también parte de lo que se cuenta, bien por alcances o referencias.
En Berta Isla se divaga durante
más quinientas páginas en torno a la personalidad de quienes asumen el rol de
espía, de topo, suele también decirse de manera metafórica, aludiendo a la
actividad destructora del animal. Quinientas páginas parecen mucho para estos
tiempos, desde luego, pero se leen con avidez para el caso de una novela como Berta
Isla, no así en el caso de tratarse de un ensayo sobre el mismo tema,
como bien pudo serlo. No hay duda que el tratamiento de Javier Marías es propio
del arte de la ficción y de allí que no resulte difícil llegar a la última
página. Muy por el contrario, la urdimbre de la trama genera la dosis de intriga
suficiente para conseguirlo lo antes posible. Además, la prosa es lo
suficientemente atractiva y clara para no perderse en ningún momento; los
vocablos expresan con precisión aquello que se busca decir, no por nada este
escritor fue llamado a formar parte de la Academia de la Lengua de muy joven,
aunque él prefiriera ingresar sólo después de la muerte de su padre, nada menos
que el filósofo Julián Marías.
Más allá del tema que aborda la
novela, lo más importante o lo más interesante es lo que se infiere del mismo
en torno a la complejidad de perfilar la psicología. Cuestión que
resulta medular en las obras de Marías, es allí donde mete pie a fondo,
logrando avanzar hacia la comprensión e interpretación de las capas y tejidos que
componen el perfil humano. El devaneo de Berta en torno al marido y a su
eventual desaparición, permite al lector adentrarse en la psicología íntima de
la mujer. Lo mismo ocurre con Tom, el agente secreto, el topo, el hombre que
aparece y desaparece, el que está vivo, aunque puede pasar por muerto.
La novela pone al corriente una
problemática poco frecuente, pero que bien sólo le sirve al escritor de
pantalla para recrear lo que verdaderamente quiere recrear: los intersticios
del alma. Para eso a Marías hay que declararlo experto. El lector en esta
novela termina impresionado por la habilidad de giros y vueltas que da el
narrador en torno a eso, tendiendo puentes, puntos de contacto en cada —al
decir de Henry james— vuelta de tuerca.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile –
Noviembre del 2024
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