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El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad.

 


La narrativa de Conrad es intimista, introduce al lector en la conciencia de los personajes. Cautiva por el halo de misterio que encierran sus protagonistas, y amplía el horizonte semántico del lector como pocos escritores  hacen, gracias al uso de un vocabulario formidable. No hay ninguna duda que en Conrad se da aquello de encantar las palabras, como definía R.L. Stevenson el arte de la literatura.

 

En El corazón de las tinieblas, título magnífico que bien resume la realidad a la que nos lleva la narración, Marlowe, el marino protagonista narrador del relato, cuenta su viaje al interior de África; concretamente al Congo Belga, al mando de una embarcación que tiene por objetivo rescatar el marfil acumulado por un tal Kurtz muy al interior del mato groso. Sin embargo, en la medida que la expedición avanza por el río, la selva y aquel mundo comienza a revelarse ante los ojos del lector como el corazón de las tinieblas, ya por el misterio que en sí misma encierra, como también por la apropiación de sus riquezas por parte de la civilización, personificada en Kurtz, quien ha enloquecido de codicia por el marfil, acumulando una cantidad impresionante.

 

Hay, por cierto, una doble lectura en un texto literario, y sobre todo en los grandes autores, quienes son capaces de manejar planos diferentes, representativos de la realidad, pero que apuntan a tocar también otras aristas del asunto. Conrad conmueve por su incansable intento de remecer la conciencia ante las barbaridades humanas, especialmente por aquellas esgrimidas por lo que llamamos civilización. La carencia de sensibilidad entre civilización y barbarie, permite al hombre cometer las barbaridades más horrendas sin padecer cargos de conciencia, movido siempre por sus propios intereses, en su mayoría injustos. Tal es el caso de Kurz, quien se ha hecho dios o brujo en la selva con tal de apropiarse del codiciado marfil.

Las descripciones de la condición humana de los nativos, conmueve y remece la conciencia del lector, pero no así la de los blancos que la ven y la viven en carne propia dentro del relato. El mismo Marlowe, tira sus zapatos al río cuando son ensuciados por la sangre de su piloto. Un acto de insensatez total, que pone en clara evidencia el asco y repugnancia por esos seres, considerados como animales, bestias de carga.

Es evidente que la novela es una denuncia a la política colonialista de aquellos tiempos, cuando las potencias europeas saqueaban el corazón de las selvas, bajo el pretexto de llevar la civilización a sus entrañas. Conrad denuncia esta realidad, y alumbra el misterio y el corazón de las tinieblas. Es decir, de aquel sector de la mente tan desconocido como el mato groso.

 

Miguel de Loyola – El Quisco –  2010

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