La narrativa de Conrad es intimista, introduce al
lector en la conciencia de los personajes. Cautiva por el halo de misterio que
encierran sus protagonistas, y amplía el horizonte semántico del lector como
pocos escritores hacen, gracias al uso de un vocabulario
formidable. No hay ninguna duda que en Conrad se da aquello de encantar
las palabras, como definía R.L. Stevenson el arte de la literatura.
En El corazón de las tinieblas, título
magnífico que bien resume la realidad a la que nos lleva la narración, Marlowe,
el marino protagonista narrador del relato, cuenta su viaje al interior de
África; concretamente al Congo Belga, al mando de una embarcación que tiene por
objetivo rescatar el marfil acumulado por un tal Kurtz muy al interior del mato
groso. Sin embargo, en la medida que la expedición avanza por el río, la selva
y aquel mundo comienza a revelarse ante los ojos del lector como el corazón de
las tinieblas, ya por el misterio que en sí misma encierra, como también por la
apropiación de sus riquezas por parte de la civilización, personificada en
Kurtz, quien ha enloquecido de codicia por el marfil, acumulando una cantidad
impresionante.
Hay, por cierto, una doble lectura en un texto
literario, y sobre todo en los grandes autores, quienes son capaces de manejar
planos diferentes, representativos de la realidad, pero que apuntan a tocar también
otras aristas del asunto. Conrad conmueve por su incansable intento de remecer
la conciencia ante las barbaridades humanas, especialmente por aquellas
esgrimidas por lo que llamamos civilización. La carencia de sensibilidad entre
civilización y barbarie, permite al hombre cometer las barbaridades más
horrendas sin padecer cargos de conciencia, movido siempre por sus propios
intereses, en su mayoría injustos. Tal es el caso de Kurz, quien se ha hecho
dios o brujo en la selva con tal de apropiarse del codiciado marfil.
Las descripciones de la condición humana de los
nativos, conmueve y remece la conciencia del lector, pero no así la de los
blancos que la ven y la viven en carne propia dentro del relato. El mismo Marlowe,
tira sus zapatos al río cuando son ensuciados por la sangre de su piloto. Un
acto de insensatez total, que pone en clara evidencia el asco y repugnancia por
esos seres, considerados como animales, bestias de carga.
Es evidente que la novela es una denuncia a la
política colonialista de aquellos tiempos, cuando las potencias europeas
saqueaban el corazón de las selvas, bajo el pretexto de llevar la civilización
a sus entrañas. Conrad denuncia esta realidad, y alumbra el misterio y el
corazón de las tinieblas. Es decir, de aquel sector de la mente tan desconocido
como el mato groso.
Miguel de Loyola – El Quisco –
2010
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