Los políticos en la actualidad optan por hacer vista gorda a los problemas. También los ministros, profesores, educadores, padres y hasta las madres en sus hogares. Cada vez son menos quienes se atreven a sindicar lo que está mal, lo que no se debe hacer cuando se forma parte de una comunidad. La mayoría prefiere optar por la indiferencia, nadie quiere ser tildado de autoritario, que es el primer argumento al que esgrimen los benevolentes, confundiendo dejar hacer con dejar ser, y ahí radica el mayor problema. Sin duda alguna hay cosas que no se deben dejar hacer por ningún motivo, como echar abajo un semáforo, pintar una muralla ajena, romper focos del alumbrado público, incendiar estaciones de Metro, asaltar un comercio, privar de tranquilidad a los vecinos, emitir ruidos molestos, etc. Otra cosa muy distinta es dejar ser, en eso no hay ley, ni prebenda posible; cada individuo es libre de elegir su camino. Pero nuestra sociedad viene confundiendo hace rato ambos cosas, mediante el engaño, la doble intención, el interés ideológico, el hambre de poder. Usted puede pensar lo que quiera señor, pero eso no le da derecho a hacer lo que quiera, esa es la cuestión final, donde nos lleva toda moral, bien sea religiosa o laica. Los revolucionarios meten en la cabeza de los jóvenes ambas cosas como si la una fuera consecuencia de la otra. He ahí la cuestión. Tenemos derecho a pensar lo que queramos, pero no a causar estragos en un mundo estructurado, regido por leyes conforme a derecho, como corresponde en un Estado de Derecho. Lo otro es pura barbarie.
De un tiempo a esta parte las
concesiones para un dejar hacer han derivado
todavía más allá, a extremos como la delincuencia desatada que asola al
país. Y los principales responsables del problema no son —paradojalmente— los
delincuentes, sino quienes detentan el poder, quienes aplican las leyes, puesto
que son ellos los llamados a poner y resguardar el orden ciudadano. Lo mismo
para el caso de la educación, donde los profesores han perdido por completo el
control bajo el mismo mal entendido. Los educadores, o mejor dicho, los
tecnócratas de la educación, confunden a tal punto esto del dejar hacer con el dejar ser, que hoy los
estudiantes son los que imponen las reglas del juego. Desde luego, se hace
vista gorda para no meterse en problemas, para cuidar la integridad personal en
juego toda vez que se actúa sin en el amparo de la justicia.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile –
Septiembre del 2025


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