Hay euforia en
Chile hoy día, la selección nacional de fútbol ganó otra vez la final a los
argentinos. Una Argentina por siempre soberbia, cuyos jugadores tras
la derrota anuncian renuncia. Partiendo por Messi, de quien se dice mejor jugador
del mundo, pero indudablemente no héroe,
capaz de salvar a su pueblo después del fracaso, sino por el contrario, dispuesto
ahora a darle espalda. Habría que indagar sobre la soberbia del superstar, habría
que exorcizarlo para sacarle demonios del cuerpo. Pero en fin, en estas horas no
estamos para hacer terapia a los argentinos, sino para celebrar a los nuestros,
cuya categoría moral parece muy por encima, y eso también pesa, tanto en el
deporte como en la vida.
Aquí si hay héroes, pequeños dioses encarnados
que ansían ser ejemplo para otros, para las nuevas generaciones, para jóvenes y
niños que gustan tanto como ellos mismos del futbol, y quienes tienen la
humildad suficiente para bajar la cabeza cuando saben que lo han hecho mal, y
la entereza moral para valorar cuando el otro ha tenido más suerte, o lo ha
hecho mejor. Ese es el Chile que celebramos hoy, esos son los nuestros, un
grupo de titanes conscientes de sus debilidades y grandezas, capaces de dejar el
alma impresa en la camiseta, héroes leales hasta la muerte. Una generación de
deportistas como no ha habido en cincuenta años otra.
Cabe preguntarse
de dónde salieron estos hombres, dónde aprendieron a templar espíritu y cuerpo para transformarse en semidioses, quién
les enseñó la técnica, quien a tocar la pelota sin equivocarse, a tirar penales
con sangre fría de culebra, a quitar y recuperar balones sin descanso, ganando así
el juego del medio campo, para entrar posteriormente en el área contraria tocándola,
armando la estructura del gol como un
rompecabezas. Quién les enseñó a estos jóvenes a no claudicar frente al
enemigo, a luchar hasta la última pelota que se va por la banda derecha, a no
dejarse arrastrar por el demonio y cometer en la cancha alguna impudencia. Quién
les enseñó en definitiva a terminar siendo Campeones de América.
Sabemos que un
equipo es la sumatoria total de las individualidades, y que cada uno hizo lo
suyo en su puesto. Sánchez, Vidal, Vargas, Días, Jara , Isla, Beausejour, Medel,
Fuenzalida, Aranguiz, Bravo, Puch.... Pero hay todavía más, algo que va más
allá de todo eso, y es un algo que está hace ya tiempo latente en la atmósfera,
y es la sintonía de grupo, la amistad sin reservas, la lealtad a su selección y
a su patria; sin esas odiosidades y rivalidades entre compañeros que suelen
destruir todos los proyectos. No cabe más que felicitarlos queridos muchachos, y
darles las gracias por la alegría brindada durante estos años, y sobre todo
hoy, cuando nuestra selección nacional levanta la copa América del centenario,
y regresa a Chile con ella para siempre. Porque de aquí a otros cien años no se
mueve. ¡Viva Chile mierda!
Miguel de Loyola
- Santiago de Chile - Junio 26 del 2016.-
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