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El vino de la soledad, Irene Némirovsky

 


La narrativa de Irene Nemirovsky sigue sorprendiendo por su agudeza para retratar las grandes pasiones humanas, poniendo el ojo en la llaga y escarbando ahí donde duele el corazón. En El vino de la soledad, recrea la incubación del resentimiento de una niña en torno a la figura de su madre. Elena, niña de diez años, padece el desamor de su progenitora al extremo de llegar a odiarla y añorar en un futuro la venganza, culpándola de su desdicha.

La novela pasea al lector por Rusia, Finlandia, Niza, París, Biarritz... La familia de Elena se desplaza por Europa zafando los grandes conflictos históricos de la época: la Primera Guerra Mundial y luego, la revolución rusa. Gracias al enriquecimiento repentino de Karol,  padre de Elena, un judío esforzado que especula en el mercado accionario convirtiendo se en millonario, la familia goza de un pasar económico sin restricciones. Bella, la madre, lleva en consecuencia una vida sin privaciones de ningún tipo. Mimada por su esposo, mantiene relaciones paralelas con un amante diez años menor, siguiendo la usanza de las clases adineradas. La ironía y mordacidad de la autora queda manifiesta al denominar con el nombre de Bella a esta madre singular, cuya mayor preocupación pasa por mantenerse joven y atractiva, descuidando la vida de su hija y de su marido.  

La recreación de los distintos escenarios por donde pasa la familia Karol, entrega una visión panorámica de la vida llevada por la clase adinerada, mientras en el mundo suceden  acontecimientos que transformaran a Rusia y Europa. Sin embargo, los Karol no piensan en otra cosa que en el dinero, siendo una de las mayores denuncias de la autora a través de la voz de su protagonista. La repulsión y desprecio de Elena por la vida llevada por su madre y la sociedad que frecuenta, es despiadada y total. No así por la figura del padre, quien siendo tan culpable como Bella de llevar una vida fatua, conservará el amor de su hija.  

El vino de la soledad es sin duda otra de las grandes novelas alegóricas de Irene Nemirovsky respecto a la realidad que se presume le toco vivir en carne propia. Su acuciosa mirada acusa la perspicacia de la mujer de su tiempo, todavía subvalorada en su época. Sus obras dejan de manifiesto aquel espíritu crítico femenino, capaz de cuestionar asuntos que serán clave en el mundo entero sólo algunas décadas más adelante.  

Bella pertenece a la antigua aristocracia Rusa, su padre es un Safronov que ha dilapidado tres fortunas y que ahora vive a expensas de Boris Karol, un ruso pobre de ascendencia judía, a quienes sus suegros en principio miraban en menos para su hija. Ellos representan la decadencia de la aristocracia rusa que desencadenó la revolución.  

La relación de Elena con la institutriz, contrasta con la de su madre. En  la institutriz encuentra amor, pero deja en claro que el amor de la madre es insustituible y obligatorio, una responsabilidad inexcusable cuando se es madre. Su juicio en ese sentido será rotundo y lo mantendrá, para asombro del lector,  hasta las últimas consecuencias.

El estilo de Nemirovsky va de lo poético cuando describe los paisajes y las personas que ama, al naturalismo  más descarnado cuando cuestiona la sociedad que rodea el mundo de su madre. Su pluma es ágil, penetrante, según sea la situación que va perfilando. Hay pericia en el manejo narrativo, conduce al lector hacia el plano donde quiere llevarlo. Se trata, sin duda, de una gran narradora, cuyo trágico final aumenta su grandeza.

 

 

Miguel de Loyola - Talpén - Octubre del 2021

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