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Nieve en otoño, de Irene Némirovsky

 


La narrativa de Irene Nemirovsky sigue causando admiración y atrapando lectores en español en este nuevo siglo, cuando sus obras han sido reeditadas por Salamandra, luego de pasar durante décadas ocultas por desconocimiento y censura, como tantas otras prohibidas por  los nazis. Se trata de una autora nacida en Kiev, Ucrania,  en 1905, ciudad que hoy día ocupa la atención del mundo tras la invasión rusa. Sin embargo, el escenario de sus obras se mueve por Europa entera,  recreando ciudades y costumbres que no fueron necesariamente las suyas propias. La grandeza de su pluma radica en la universalidad de sus temas y la perfecta ambientación y recreación de personajes. Irene Nemirovsky sabe echar a rodar los engranajes de la intriga que toda obra narrativa requiere como primera condición.

En Nieve de otoño, como en todas sus obras, se advierte la sensibilidad de estilo para calar a fondo la psicología de su protagonista, mediante el desarrollo de una trama siempre inquietante, intrincada, sugerente, relacionada con la guerra, la crueldad, el orgullo de clase, el arribismo, la decadencia de la aristocracia rusa en medio de la revolución bolchevique, etc. Cualquiera sea el tema, sus personajes quedan flotando en el imaginario del lector,  luego de vivir sus experiencias, gracias al don de la literatura con que fuera dotada la autora desde su más temprana juventud.

En Nieve de Otoño, perfila temple y figura del haya de los Karin, una familia aristocrática que sufre las consecuencias de la revolución rusa, debiendo escapar y perderlo todo, como le sucedió a muchas familias pertenecientes a la nobleza. La novela recrea la vida del haya inserta en ese drama, una mujer en quien la aristocracia delegaba la educación y el cuidado de sus hijos, y quien no vivía más que para ellos, padeciendo sus mismas penas y gozando como propias sus alegrías. Una vida, en consecuencia, entregada a otros, algo que hoy para muchos podría resultar inconcebible, cuando las nuevas generaciones siguen avanzando hacia un individualismo extremo que ignora al otro, o se vive en permanente lucha contra esos otros.

Destaca  en la novela, aunque cabe llamar más bien a esta obra nouvelle por su breve extensión y delimitado despliegue de personajes, la recreación de escenarios y la aguda percepción de la psicología de Natiuvska, Tatiana Ivanovna, la haya. La pluma de Nemirovsky calibra con maestría tanto lo uno como lo otro, instalando al lector en medio del escenario, haciéndolo vivir experiencias de lugar como propias tras percibir el frío o el calor del ambiente, las diferencias de clima entre un lugar a otro. La historia recrea el viejo palacio de Karinovka venido a menos y condenado a muerte por causa de la revolución, la ciudad de Odesa donde en principio se ha refugiado la familia Karin, luego París y su esplendor de ciudad luz, enseñando su belleza y su clima tan diferente al invierno ruso. Aquel sol amarillo que aturde al Haya, acostumbrada al  frío y a la nieve, donde rara vez cae nieve en otoño.

Nieve en otoño es una verdadera sinfonía que los amantes de la narrativa no pueden dejar de leer, y sobre todo los jóvenes escritores interesados en aprender el arte de la narración. Las obras de Nemirovsky se han transformado en un modelo para estudiar y enseñar, dada la pericia de la autora en el uso de los trucos propios del oficio. Muchos de los elementos esenciales están a la vista en sus obras y cabe seguir al pie de la letra sus pasos, y también preguntarse si los aprendió de los viejos maestros rusos, o se trata de más bien de un don innato.

 

 

Miguel de Loyola – El Quisco – Febrero 2022

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