Natasha Valdés vuelve a la poesía, después de su novela La historia que nunca quise contar del 2020, publica ahora un poemario estremecedor: Memoria del Alzheimer. Se trata de una elegía, de un lamento, de un dolor sin consuelo posible, donde las palabras decorativas no sirven.
Los poemas dan cuenta de una realidad inexorable, definitiva. Es un mazazo, un golpe, al decir de César Vallejo, que aplasta sin dejar espacio ni luz a quién la vive. La mirada es directa, sofocante, cae encima de hechos concretos de la comedia de la vida.
Los
poemas son breves, precisos, objetivos. Atraviesan el alma dejando un forado en
quien los recibe. A nadie le gusta oír cuatro verdades. Es cierto, es
preferible esconderse en la mentira cuando la realidad se presenta
irreversible. Huir es la costumbre, sobre todo en tiempos donde se oculta a los
enfermos en clínicas, hostales, sanatorios, casas de acogida... Allí no
perturban, allí se olvidan. Es preferible alejarlos, ignorarlos, aunque estén
siempre ahí, pacientes, taciturnos, acaso esperando una sonrisa amiga antes de
la gran despedida.
Memoria
del Alzheimer cala hondo, estremece, inquieta, perturba. ¿Nos vemos
a nosotros mismos también en el espejo de lo posible? La pregunta cae redonda, gracias
al oxímoron, y aunque no sabemos la respuesta, preferimos la vista gorda,
huyendo hacia otros confines, porque no hay refugio ni consuelo para quien la sufre.
El Alzheimer se traga al ser amado, y nos deja un cuerpo tan vacío como la muerte misma, una calavera
irreconocible. No está más quien conocimos, pero estuvo, fue parte visceral de
nuestro día a día. “Huyes de una cama limpia / de una mesa
generosa/ del hogar que construimos / Huyes de mi /para dormir en las plazas /
vagar buscando / un tesoro en la basura…”
El
lamento se transforma poco a poco en letanía. “No sabes quién soy / vives tres
décadas atrás…” “Envidio a esos viejos / con una historia antigua / aún tomados
de la mano / cómplices por décadas…”
“No te perdonaré / el haber partido / el
abandonarme / el engañarme / con la muerte.” Quien habla implora, maldice su destino. La poesía se transforma en un
hablar consigo mismo de ese otro, de aquel ser amado que se perdió en la niebla
del olvido de su propio ser, de su esencia y existencia.
El
poemario pone en alerta al lector de un drama que asola al mundo, de una
enfermedad incurable, tanto para quien la padece como para quien acompaña al
enfermo: El olvido de si, el olvido del mundo. Natasha Valdés consigue en sus
poemas describirlo.
Miguel
de Loyola – Santiago de Chile – Abril del 2022
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