Una joya de libro ha caído por estos días en mis manos: La viajera ilustrada, de Tomás Lago. Se trata de un libro en prosa deslumbrante, digna de poner de ejemplo ante las nuevas generaciones de críticos y estudiantes. El uso de la pluma recuerda aquí la grandeza del idioma, su plasticidad y sencillez a la hora de usar de manera correcta los vocablos del castellano. Tomás Lago cautiva al lector mediante el manejo de las palabras, de las palabras precisas, adecuadas, de acuerdo a lo contado, sin caer en exageraciones ni retruécanos pretenciosos. Cabe preguntarse: ¿por qué en Chile se ignora a escritores de esta categoría, por qué nadie reivindica en las aulas de escuelas y universidades su figura y su trabajo ejemplar como lo hacen con otros de tanto menor valor? La falta de justicia o criterio en los asuntos culturales queda en evidencia frente a cuestiones de esta naturaleza.
En
La
viajera ilustrada Tomás Lago entrega un perfil acabado acerca de la
vida y obra de María Graham, la
memorialista inglesa que tras la muerte de su esposo, el capitán de la fragata
Doris, permaneciera en Chile a principios del siglo XIX, frecuentando y
nutriendo el ambiente cultural del país con su pluma y pinceles de trabajo. No
sólo escribía sus vivencias y estudios por donde pasaba, también las pintaba y
dibujaba para mejor conocimiento de otros.
Tomás
Lago describe su vida y sus orígenes partiendo desde su más temprana infancia
hasta su muerte, acaecida en Londres en 1842, aquejada del mal que cargó
durante toda su vida: la implacable tuberculosis. El libro pone al lector al
corriente del ambiente mismo donde nace y se desarrolla la vida de esta mujer
ilustre, de nombre María Dundan, hija de un capitán de barco perteneciente a la
aristocracia inglesa. Será él quien ponga a su hija en contacto con los mares
del mundo, sus aventuras y desventuras. “Su imaginación viene del mar y también
de los libros” apunta lúcidamente el cronista, abriendo ventanas a la metáfora.
Diario
de una residencia en chile, publicado en Londres en
1824, es obra de sus observaciones y experiencias vividas en Chile, donde
conociera personalmente a los más notables personajes, entre ellos al propio
Bernardo O´Higgins y el mismo coterráneo suyo Lord Cochrane, con quien mantuvo
una amistad y hasta —se especula— un posible romance. “Es que maría era ante
todo un carácter, una mente, un espíritu desarrollado mediante el amor al
estudio,” señala Tomás Lago, sin duda admirador
de una mujer cuya vida proyecta claros visos novelescos.
Diario
de una residencia en la india, Edimburgo 1812, Dos meses en las montañas de Roma,
publicado en Edimburgo en 1820, son también obras escritas por la misma autora
desde la experiencia vivencial y directa en dichos países. Sin embargo, La
historia de Arturito, será su libro más conocido en Inglaterra,
publicado ya no por María Graham, sino por María Callcott, apellido de su
segundo esposo.
Sus
últimos años los pasó María Graham en su casa en Kensington. “Desde 1831 a 1842
estuvo en cama o sentada en un sillón de su dormitorio,” confirma el cronista,
cerrando así el recorrido por la vida de una mujer inolvidable. Las impresiones
tomadas en sus viajes han sido objeto de estudio para contrastar los cambios
sufridos en los más diversos lugares por donde anduvo.
Leer
la vida de otros, ayuda también a leer la propia. Recomiendo este libro como un
verdadero tesoro escondido. Lo mejores libros son, en definitiva, precisamente
eso, tesoros ocultos en una isla, bajo los mares, olvidados por la marea y
turbulencia del presente inmediato, de su euforia y propaganda.
Miguel
de Loyola – Santiago de Chile – Serptiembre de 2022
Comentarios