Recuerdos del pasado es uno de los libros que un chileno no puede dejar de leer, si quiere conocer algunos aspectos de la historia de su país desde una óptica vivencial. Es decir, de quien fuera parte de los hechos y también testigo ocular de tantos otros acontecimientos importantes de la historia de Chile durante el siglo XIX. Vicente Pérez Rosales (1807- 1886) vivió los grandes acontecimientos de la Independencia, conoció en persona a mucho de sus héroes y personalidades de su época, y de eso y otros muchos asuntos de interés habla en dicho libro. Además, se trata de un texto narrativo prodigioso, donde se mezcla la crónica, la autobiografía y el relato histórico con asombrosa habilidad.
Destaca
en este libro el tono y el lenguaje narrativo por su amenidad y precisión. La
pluma del cronista consigue esbozar con mucha claridad los hechos que narra,
los personajes y espacios que describe, atrapando la atención del lector con la
misma facilidad de un novelista. La venturosa vida llevada por Vicente Pérez
Rosales, sin duda ayuda también a nutrir de interesantes episodios su relato. Los
viajes realizados a Europa, a California tras la fiebre del oro, a Alemania
cuando Cónsul General de Chile en Hamburgo, su paso por París y su amistad con
San Martín en la capital francesa, sus correrías de arriero y tratante de
ganado al otro lado de la cordillera de Los Andes, su experiencias de hacendado
y viñatero, sus recorridos por las pampas argentinas, etc, surten de acontecimientos
extraordinarios su relato. Peripecias y aventuras no faltan en este libro, al
punto que la venturosa vida de Vicente Pérez Rosales por momentos resulta
envidiable. Además, su mirada cargada de aquel optimismo propio de quien
enfrenta la vida como un desafío grandioso, dista en mucho de la enrarecida
forma de mirar adquirida por los chilenos del siglo siguiente.
El
libro está plagado de muchos datos curiosos que ponen al lector en lugar y
circunstancia: “Santiago de 1814, era para el recién llegado extranjero, salvo
el cielo encantado de Chile y el imponente aspecto de los Andes, una apartada y
triste población, cuyos bajos y mazacotudos edificios, bien que alineados sobre
rectas calles, carecían hasta de sabor arquitectónico (…) Nuestra capital sólo
contaba con una recova y con una sola plaza mayor, en la cual se encontraban,
junto con las mejores tiendas de comercio, la catedral, un convento de monjas,
la residencia de las autoridades, el cabildo y la inexorable cárcel pública (…)
En vez del actual portal Fernández Concha, existía una baja y oscura arquería,
donde estaban colocadas las tiendas de más lujo (….) No carecía de chiste lo
que llamaban alumbrado público. Consistía este en un farol que la policía
obligaba a costear a cada uno de los vecinos (…) La cimarra, sustantivo chileno
derivado del adjetivo cimarrón, fue seguramente inventada para los niños de mi
tiempo (…) principiaba entonces el uso de no fumar en el teatro (…) El año de
1830, se introdujo en Chile el uso de la llanta de fierro (…) Nuestro
Valparaíso comenzaba apenas en el año de 1814 a abandonar la cáscara que
encubría su casi embrionaria existencia. La aristocracia, el comercio y las
bodegas se daban la mano para no alejarse de la iglesia la Matriz “
Los
datos que entrega el cronista son muchos, y bien convendría hacer una lista
acabada de ellos para compararlos con otra época. Agrego otros pocos para el
interés más curioso: Pérez Rosales regresa a chile de Río de Janeiro en el
navío Doris, donde conoce a María Graham, viuda del malogrado capitán del
Doris. La ciudad que hoy se llama San
Francisco en USA, se llamaba antes de pasar a manos de los americanos Yerbas
buenas. La primera plaza pública que tuvo en Chile jardín fue la de Puerto
Montt, tras el establecimiento de la colonia alemana. El kindergarten no
existía en Chile hasta la llegada de la colonia alemana en 1845.
“Los chilenos de entonces no éramos ni con
mucho lo que ahora somos Antes se hacía mucho
y se hablaba poco; ahora se hace poco y habla mucho. En los diarios nunca
buscaba el escritor chileno lucro ni gloria literaria, sino el triunfo de la
verdad sobre las preocupaciones coloniales, y de los principios republicanos
sobre los caprichosos avances de la autoridad. Los padres de la patria solo se
ocupaban de educar a la juventud que debía sucederles, y ésta, más en atesorar
y madurar sus conocimientos que en echarlos con pendantesco desenfado por la
puerta de la prensa a la luz pública.”
Recorrer
las páginas de Recuerdos del pasado es viajar por Chile desde sus albores
independistas hasta el nacimiento de la República.
Miguel
de Loyola – Santiago de Chile – Agosto del 2022
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