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Ajuste de cuentas III

 


III.- En países del tercer mundo como los nuestros, la fractura ideológica es todavía mayor. Vemos a diario el surgimiento de nuevos grupos minoritarios que, gracias a leyes electorales hábilmente elaboradas, consiguen algún puesto de poder en el gobierno o en el Congreso. La ley de los partidos políticos en Chile, por ejemplo —un traje a la medida confeccionado por los mismos interesados­—  permite la proliferación de elites y partidos al por mayor, dado que dicha ley les asegura un presupuesto directo del Estado para su manutención,  otorgada a través de una prima de acuerdo a los votos obtenidos en cada elección. Algo realmente inconcebible, pactado a espaldas de la ciudanía que tanto dicen representar y defender a la hora de elecciones. Sin embargo, hay  evidencias suficientes para demostrar que no es así, que los partidos políticos, cualquiera sea su color, sólo buscan —en el mejor de los casos— el beneficio de su propia colectividad.  

Es evidente que así planteadas las cosas, se hace cada vez más difícil organizar un Estado benefactor de los ciudadanos en general. Por el contrario, lo aleja del pueblo y se concentra en sus propios intereses. Vale decir, instala a sus correligionarios en todos los puestos de poder en la administración pública al alcance de su mano. Así, resulta inaudito observar los sueldos de altos funcionarios públicos por encima de los sueldos de la empresa privada. Año tras año siguen creciendo sin ninguna relación con el mercado, ni tampoco con el presupuesto fiscal. Nadie duda de que están muy por encima de lo razonable y que constituyen una injusticia en relación al mercado, pero la ciudadanía no tiene arte ni parte en esto tampoco, se la mantiene completamente al margen.  Hipnotizada por otros asuntos más propios de la farándula que de los asuntos importantes para el desarrollo del país. Esto también demuestra que  la participación ciudadana interesa sólo al momento de ir a las urnas, para el resto no cuenta en absoluto. Si alguien alza la voz, se lo descalifica con argumentos descalificatorios falaces, tildando a la persona de fascista o comunista, según sea el gobierno de turno.

Un Estado que se aleja de los intereses ciudadanos movido por los suyos propios termina arruinando a un país. Y es lo que está ocurriendo no sólo aquí, sino también en otros países latinoamericanos, infectados con la misma epidemia degenerativa. La idea del bien común hace rato que fue abandonada por los partidos políticos. Hoy los grupos se mueven nada más que por intereses propios, sin consideración alguna de las necesidades del pueblo al que dicen representar.

 Las cuestiones importantes, educación, salud, seguridad, pensiones, sólo se usan como slogan para las campañas electorales. Luego se olvidan hasta las elecciones siguientes. La educación en chile sigue siendo uno de los mayores problemas, pero nadie hace nada porque no están los funcionarios competentes para llevar adelante esa tarea, sólo se les confiere poder a operadores políticos que terminan por destruir lo  poco que existe en esa materia. La masas de dinero que se mueven en educación bastarían para mejorarlas, pero dichas masas de dinero se diluyen en proyectos inútiles conferidos a dedo por los gobiernos de turno. Lo mismo ocurre en otras áreas. Es decir, todo pasa en consecuencia de una mala administración de los recursos. Ningún país, ninguna empresa puede crecer cuando se utilizan mal los recursos. Por el contrario, va derecho a la quiebra.


Miguel de Loyola - Santiago de Chile - Mayo 2024

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