En mi juventud se hablaba de chancho en misa a la hora
de comentar algo que estuviera fuera de lugar, fuera de la lógica, del sentido
común. Todos entendían lo que se quería decir con dicha expresión. Hoy día
nadie o muy pocos la usan ni menos la entienden.
Tales expresiones cumplían bien su objetivo, dejaban
en claro lo que se quería expresar con ellas y de paso hacían reír a la gente.
En cambio el desubicado actual, si bien expresa que algo está fuera de lugar, no proyecta en el imaginario la situación de lo ridículo en términos
jocosos, carnavalesco. No hay goce de ningún tipo al imaginar a un tipo
desubicado.
El nuevo calificativo lleva a quien lo oye hacia
otra parte, hacia la importancia de la ubicuidad, algo que han aprendido
los jóvenes en términos de conveniencia. Buscan la ubicuidad a cualquier
precio, saben que eso convierte o lleva a las personas al éxito, y al parecer están
en lo cierto. La prueba más contundente salta a la vista, es cosa de ver como
se ha instalado la juventud en el poder, en altos cargos públicos, en el senado
y hasta en la presidencia. ¿Suena desubicado? No, aquí todavía funciona mejor la
expresión de mi época: chancho en misa.
Miguel de Loyola — El Quisco — verano del 2023
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