Estuve en La furia del libro y sentí la furia, la furia de cientos de editoriales por exhibir y vender sus productos. El libro no es una mercancía fácil de vender en nuestro tiempo. El lector no es un cliente que se entusiasma a primera vista, aquí no funciona eso del comprador compulsivo. Primero observa bien el libro, luego consulta al vendedor, después duda y toma otro volumen distinto, lo devuelve y avanza al stand siguiente. Allí hace lo mismo. Sólo a veces retorna y termina por comprar el libro que antes ha visto.
Vender un libro requiere de
paciencia, una paciencia que los vendedores comunes no tienen, acostumbrados a
tentar al cliente con el acicate infalible de la palabra oferta. Aquí ese
mecanismo no funciona, no aplica en absoluto. El comprador de libros no se deja
engatusar, y eso demuestra una gran diferencia con el comprador común. El comprador
de libros piensa, tiene ideas propias, es un hombre libre, no hay manera de
confundirlo o convencerlo de que compre tal o cual libro, como lo consigue fácilmente
un vendedor de cualquier otro producto.
En La furia del libro
sorprende la cantidad y variedad de editoriales existentes. Es todo un mundo o
mejor dicho un submundo a contra corriente del resto. Las editoriales exponen
los trabajos de cientos de escritores que están buscando su lugar en el mundo. Resulta paradójico ver tal
diversidad reunida en un mismo punto y con un mismo objetivo: vender libros. Dar
a conocer nuevas voces, nuevas historias, nuevas formas de expresión. La cantidad
y variedad de escritores es tal que abruma. A muchos escritores desalienta ver
tanta competencia. En un país donde se dice que nadie lee, sorprende todavía
más la sobreabundancia de escritores. No se lee pero se escribe. Vaya contradicción.
Escribir sin leer no combina, no calza; lo primero es leer, sin duda. Sólo quien
lee puede escribir, es casi una regla o una ley ineludible.
Por cierto, el tema de los precios
también influye, pero no siempre. Los libros serán caros para quienes no saben valorarlo.
El precio es un tema siempre en relación con el interés de los individuos. Hay quienes
pagan diez veces más por un espectáculo nocturno o por una cena y ni se
arrugan. El libro será siempre caro para quienes no leen, y barato para quienes
leen y saben que es un producto noble que durará toda la vida, a menos que
alguien decida quemarlo o tirarlo a la basura. Otra cosa es no tener dinero
para comprarlos, eso dice relación a otro asunto.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile
– Mayo del 2024
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