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Carta de una desconocida, Stefan Zweig

 


Hay novelas que se olvidan y cuando se las vuelve a leer, reaparecen como verdaderos tesoros escondidos. Stefan Zweig es un escritor que marcó una época y luego cayó en el olvido. Sin embargo, cuando uno vuelve a toparse con sus novelas y ensayos, confirma que sigue siendo un señor de las letras. Su impecable pluma lleva al lector a cualquier parte. Convence su tono, su potencia, su poder de envolver al lector mediante la narración de un hecho y sus circunstancias. Su estilo denota el manejo de las técnicas narrativas en que algunos todavía porfiadamente descreen, suponiendo que el escritor es un superdotado por naturaleza. Pero no hay tal, salvo casos excepcionales. Tal como describen los genio a los genios: el éxito está en la persistencia, en el trabajo constante, en no dejarse desfallecer hasta aprender los gajes del oficio. Un oficio que, por cierto,  no termina de aprenderse nunca y por eso el escritor sigue escribiendo hasta sus días postreros.  

Carta de una desconocida es una de esas novelas ideal para leerla en plena juventud, en plena adolescencia, cuando el ardor de la sangre alcanza su mayor efervescencia, su mayor punto de ebullición y se viven esos sobresaltos y emociones delirantes. Se trata de una novela de amor, de amor total, cargado de esa pasión que caracteriza a la juventud; dispuesta a todo, a dejarlo todo por quien se ama en ese momento. Ambientada en Viena, la ciudad de los palacios,  captura en sus primeras líneas el interés total del lector, quien de seguro está pasando —o ha pasado—  por una experiencia parecida en algún momento de su vida y se reconoce a sí mismo en sus páginas.

Stefan Zweig es uno de esos escritores que bien vale la pena recuperar cada cierto tiempo. No por nada fue llamado en su época de esplendor “cazador de almas”, por esa capacidad de meterse en los reticulados de la conciencia humana. Leer sus novelas ayuda a redescubrir muchos derroteros que se han ido olvidando, como la pasión juvenil, esa fidelidad que hoy se diluye al poco tiempo de encenderse en los jóvenes por exceso de oportunidades; ese manejo magistral de la pluma para describir las emociones más íntimas de la mujer y de los hombres, sin caer en  la vulgaridad o en la pornografía que caracteriza a una parte importante de la literatura actual. Una sutileza que hoy no existe y que se extraña cuando se leen estas novelas.

Stefan Zweig se adelantó a su tiempo, previó el nazismo mucho antes de que alcanzara el poder total de Alemania y parte del mundo, sus ensayos lo confirman. Previó también la caída de los valores del espíritu, de la alta cultura alcanzada por el imperio austrohúngaro, y no podemos dejar de preguntarnos qué otras obras hubiera escrito de no haber sido por su trágico final.

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Junio del 2024

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